viernes, 18 de mayo de 2018

¡Y a mi que me zurzan!

Me he encontrado con Bedulio el Municipal y si no lo saludo, pasa por mi lado sin verme. - ¿Ya no me saludas? - ¿Eh?... Perdona pero no te había visto... Estoy confundido con lo que está pasando en el cuartel. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¡cuenta, cuenta! - ¡Cotilla! ¿de dónde sale usted?

- Vengo del cuartel de los municipales para ver si los clientes que les he mandado están cómodos. - ¿A quién ha denunciado? - A nadie. - Bedulio la miró sin verla, concentrado en sus pensamientos. Y de pronto se le iluminó la cara con la luz del entendimiento. - ¿Usted nos ha mandado turistas? ¿Les ha alquilado las celdas? - ¡Sí! Los encontré en la calle, arrastrando sus maletas y sin saber dónde ir porque el piso que alquilaron por internet está hecho un desastre. Un día escuché decir a un municipal, que era una pena no poder sacarse un sobresueldo alquilando las celdas. Me pareció una idea genial.

- ¡Pero no se pueden quedar allí! ¿Dónde meteremos a los detenidos? - Ah, ¿no querrás que te resuelva los problemas? Vengo de darle la parte correspondiente de la ganancia al que tuvo la idea y no me ha puesto ninguna pega. Está encantado y los turistas también.

- Si se entera el jefe nos capará sin anestesia. - ¡No será para tanto, hombre! Piensa en lo feo que hace ver celdas vacías mientras hay turistas vagando por nuestras calles. Ellos son el motor de nuestra economía. No podemos arriesgarnos a una mala propaganda turística ¡Mataríamos a la gallina de los huevos de oro! - Visto así...

Les dejé mientras la rabia contenida amenazaba con desbordarse. Tiene razón la abuela cuando me llama boba de Coria ¡y de Palma también! digo yo. Soy la única persona de mi ciudad que no saca provecho del alquiler turístico y encima, tengo que aguantar a los avariciosos de mi familia en casa porque han alquilado las suyas.

En casa, aprovechando que no había nadie, preparé unos cola caos. Pascualita me lo agradeció tirándose de cabeza a la taza desde lo alto de las manzanas del frutero. Repitió los lanzamientos, con tirabuzones incluídos, hasta que todo el cola cao de la taza pasó a la mesa, al suelo y a la pared. Solo entonces se lanzó a por el mío.

De repente la puerta de a calle se abrió. Sin pensarlo, cogi a Pascualita por la cola, y haciendo molinete con el brazo, la lancé desde el otro lado del comedor al acuario. Con las prisas por ocultarla no calculé bien la distancia y chocó contra el espejo del aparador. Quedó un poco conmocionada por el golpe y al incorporarse y verse, no se reconoció ¡y atacó a su otro yo ¡No me extraña! Hay que ver lo fea que se pone cuando bizquea. La metí sin contemplaciones en el agua salada y se ocultó entre las algas del fondo.

Los abuelitos han entrado en el comedor más contentos que unas Pascuas mientras blandían la libreta del banco. - "¡Esto marcha. El alquiler semanal es un gran invento!"


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