sábado, 19 de mayo de 2018

Beso de tornillo.


Andresito me ha pedido permiso para exiliarse unos días en casa. - ¿Cómo un Puigdemont cualquiera? (le pregunté) - ¡Lagarto, lagarto, nena. Ni me lo mientes! - ¿Que os pasa ahora? - Tu abuela y yo tenemos discrepancias a cuenta del chalet podemita. Y si seguimos juntos una hora más, pido el divorcio. - Vale, puedes venir. Todo sea porque la Torre del Paseo Marítimo sea para mi el día de mañana.

Geooorge aparcó el rolls royce en la parada del bus y subió una maleta grande y llena, seguido del abuelito. A pesar del concierto de pitos que se formó en la calle a cuenta del atasco que había formado el inglés, éste, como buen mayordomo, iba colocando con parsimonia y maestría, la ropa de su señor en los cajones del armario del antiguo cuarto de la abuela.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa. ¿Qué hace aquí Andresito? (quiso saber la Cotilla) - Se quedará unos días. - ¡Si es que tendría que haberse casado conmigo! Ahora sería rica y no una pobre jubilada que no llega a fin de mes. - ¿Con lo que gana con el alquiler turístico tampoco? - Bueno, sí. Pero no todo es oro lo que reluce. No sabes el sufrimiento que es tener la espada de Damócles de Hacienda, pendiendo sobre la cabeza... - Si no fuera una tramposa... - ¡Esa boca, niña!

La abuela llamó. - "¿Ha venido Andresito?" - No (mentí) - "¿Cómo que no?" - Se habrá hospedado en el Ritz... - Noté su desconcierto. - ... "¿En Palma hay... un hotel Ritz?" - A mi que me registren. - "¡Sigue entrenándote y te darán el Máster a la más tonta del Universo! ¡Dile a mi marido que se ponga!" - No puede. Está pelando la pava con la Cotilla... - "¿Tú quieres morir jóven? ¡pues tienes todos los números!"

En un cuarto de hora, la abuela entró en casa pisando fuerte con sus tacones de once centímetros y un movimiento de caderas que mareaba. - "¡¡¡ANDRESITOOOOOOO!!!" - El abuelito salió corriendo de la cocina, donde se estaba comiendo un bocadillo de sobrasada , al escuchar "la llamada de la selva" Sin encomendarse ni a dios ni al diablo, la abuela le plantó un beso de tornillo que por poco acaba con él ya que tenía la boca llena y se atragantó. Mientras tosía como un descosido tratando de recuperar el aliento y tragarse el bocado, la abuela saboreó el trozo de bocadillo que se le quedó enredado en las muelas postizas y me preguntó - "¿Lo has comprado en el mercado?" - ¡El abuelito se ahoga! - "¡Está buena! Cómprame una cuando vayas. Ya te la pagaré" - ¡Cómo siempre!

A todo ésto, Geoooorge, llamaba a la ambulancia porque el color escarlata de la cara del abuelito no le gustó nada.

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