lunes, 9 de abril de 2018

La nieta se mete en un lío.

Lo de la romería al Castillo de Bellver acabó como el rosario de la Aurora porque no había caballeros "potables" que encandilaran a las doncellas. Por otro lado, doncellas, doncellas... tampoco las había. Además el Dragón era más partidario de comer empanadas que personas. Se volvía loco con las viandas de Semana Santa. Por eso salió de su guarida en las mazmorras del viejo castillo que vigila la preciosa bahía de Palma desde lo alto de una pequeña montaña, y se dedicó a perseguir a todo el que llevase mochila o cesta de la que saliera el delicioso aroma que inunda aquel bosque una vez al año.

La nieta, al oír que el Dragón perseguía empanadas se convirtió, mentalmente, en Bella y el Dragón en Bestia. Suspiró esperanzada y sin querer dijo: - ¡Abuela, esta vez habrá bisnieto! - Se armó un revuelo en la familia. - "¡Por fin! ¿Cuándo nacerá? ¿Es niño o niña? ¡Se llamará como yo!" - Andresito metió baza: - ¡O como yo! - "¡Ni hablar! La bisabuela legal soy yo" - ¿Y si es niño? - "A mi  nombre le cambiaremos el final femenino por el masculino aunque no pegue ni con cola" - Pues yo seré su madrina y lo llamaré Cotilla o Cotillo, según convenga.

Hasta Geoooorge metió baza. - ¡Yo enseñar inglés a baby! - Pero si ya no serás europeo. No estarás aquí. - Lo dije sin mala intención pero le cayó como un tiro y fue la primera vez que vi llorar a un inglés, cosa que me emocionó porque son muy pragmáticos. - Bueeeeenooo, vale. Le enseñarás por correspondencia.

La llorera se agudizó y lo dejé plantado para ir en busca de Bestia y camelarlo. Pero el Dragón resultó ser absolutamente fiel a su Dragona. Le enseñé la mochila con las empanadas y su atención hacia mi duró lo que tardó en comérselas, ná y menos. Entonces supe que había hablado sin ton ni son y los míos brindaban con chinchón, una y otra vez, por un bisnieto que seguía sin estar programado. Solo Pascualita `podía presumir de haber cogido cacho: el trozo de nariz que arrancó al pobre perro que la olfateó.

De vuelta a casa, la alegría desbordaba por las ventanillas del rolls royce y todos cantaban a grito pelado... menos yo. - ¿Qué le pasa a tu nieta? (preguntó la Cotilla) - "Cambios de humor de embarazada de bisnieto" (la abuela se había hinchado como un pavo orgulloso)... ¡ay, ay, aaayyyy! (pensé)

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