lunes, 16 de abril de 2018

El Mago Cantalapiedra.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! Nena, tápate que vengo con un hombre. - Ay, Cotilla, deje de decir tonterías. - Salí de mi cuarto para encararme con la vecina y me di de bruces contra el hombre  anunciado. - ¿Quién es este? - El Mago Cantalapiedra, para servirle, señorita.

Me quedé alelada. ¿Un mago en mi casa? ¡Que honor!... Lo miré detenidamente y sí, era un Mago con todas las de la Ley: sombrero de copa; bigotes dalinianos; ojos negros y penetrantes, intensificando esta sensación con eye liner y rimel; bien vestido y envuelto sabiamente, en una hermosa capa española negra con forro rojo. Y para acentuar, más todavía, su estatus, llevaba en la mano una varita mágica.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo - ¡Valiente Primavera estamos teniendo! (dije mientras intentaba envolverme en mi bata... que dejé olvidada en mi cuarto) ¡OH, NOOOOOO! - Te avisé, boba de Coria.

Poco después y todavía con la vergüenza asomada en el rostro, nos tomamos unos chinchones para romper el hielo. - ¿Para qué ha venido? (pregunté al hombre pero la Cotilla fue más rápida) - Para que descubra el misterio que os traéis tu abuela y tu, con el acuario. ¿Dónde se ha visto un trasto de esos lleno de agua, arena y algas y sin un solo pez? Aquí hay gato encerrado.

Llamé a la abuela para que viniera, ipso facto, e impidiera al Mago hacer sortilegios que podrían descubrir a Pascualita. Cuando las miradas del Mago y la abuela se cruzaron, saltaron chispas, el ambiente se cargó de energía positiva, los pelos se llenaron de electricidad, se pusieron derechos y nos dábamos calambrazos solo con rozarnos.

- "Así que eres Mago, Cantalapiedra..." (la abuela imitaba a Mata Hari: morritos, ojos entrecerrados, suspiros sin venir a cuento, mano apoyada en la barbilla, sonrisilla de conejo y voz de tanguista. El Mago babeaba al levantar la varita hacia ella. - Voy a convertirte en la Reina de ... - "La varita la manejaré yo, querido." - El hizo un último esfuerzo para hacerse con ella pero fue inútil. - "¿Y dices que sirve para levantar cosas?" - Lo que sea... (las babas empezaban a inundar la salita) - "¡Perfecto! Me la quedo como recuerdo de nuestro encuentro... Y Andresito podrá dejar de tomar las pastillitas azules jijijijijijijiji" - Y se fue.


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