jueves, 8 de marzo de 2018

Un rio historico.

- "Nena, pasaré a recogerte a las cinco de la tarde" - ¿Vamos a los toros? - "¿De qué toros hablas? ¡¿Te has dormido?! Luego dices que nunca te cuento nada ¡Espabila!" - Abrí los ojos y a pesar de la niebla espesa que tenía delante, logré vislumbrar las saetas del reloj: las cuatro y veinte. No vengas a las cinco abuela que tengo mucho sueño.

Después me aclaró que era de madrugada y ella vendría a buscarme por la tarde. - ¿Para qué? - "¡¡¡PARA IR A LA MANIFESTACIÓN, BOBA DE CORIA!!!" - Vale. (y colgué el teléfono) Me dio tal alegría que después no pude dormirme hasta las claras del día.

Cuando aterricé en el mundo de los despiertos llamé a la abuela. - ¿Digui? (me contestó una voz con fuerte acento inglés? - ¿Geoooorge?... ¿Qué haces hablando mallorquín? - Madame decir que yo decir eso al telefón. - Pero si no lo entiendes... -

- Dile a mi abuela que se ponga, porfi. - Madame dormir. Yo no molestar. - ¡Cobarde! - Yes. (y me colgó)

Sobre las cuatro de la tarde llegó la Cotilla. Llevaba ambos brazos enyesados y en cabestrillo y tuve que abrirle yo la puerta porque solo atinaba a llamar al timbre. La llave no la podía usar. - Espero que no dure mucho la manifestación porque esto ya me pica a rabiar.

A las cinco en punto, como buen mayordomo inglés, el rolls royce quedó aparcado en el carril bus, atravesado y causando graves problemas de tráfico además del concierto de pitos. La abuela usó el interfono para gritarnos que bajáramos o íbamos a llegar tarde.

- Sube y tomaremos unos chinchones para entonarnos. Además, es pronto. - "¡Que nos vamos, te digo! ¡Y baja a quien ya sabes!" - empezó un tira y afloja entre ella y yo que acabó con su victoria por agotamiento.

Encontramos  la Plaza de España bastante desangelada. Pero casi sin darnos cuenta, un río de gente de todas las edades empezó a fluir. A las siete la cabecera de la manifestación empezó por moverse por las calle de Palma entre el rugido de los tambores de las batucadas y lemas como ¡Ni una más, ni una menos!

Caminamos entre banderas, pancartas, risas, ritmos, canciones. Me paré para ver cuánta gente éramos. No se veía el final. Seguí caminando y alcancé a las dos amigas. La Cotilla se lamentaba: ¡Me habría forrado de tener las dos manos libres de yeso y vendas. Maldita sea! - A la abuela le brillaban los ojos - "¡Que bonito, nena, que bonito! ¡Mira y aprende, Pascualita!" - El reguero de gente seguía incesante hacia el Born donde se leerían discursos. - "¡Cuanta gente! ¡CUANTA GENTEEEEEE! ¡Me encanta ver a tantas mujeres de todas las edades y condiciones, junto a hombres jóvenes y no tan jóvenes" -. Era un surtido de todas las edades, codo con codo con nosotras y defendiendo juntos nuestros derechos Sin importarle que la vieran, la abuela sacó una botella de chinchón del bolso y bebiendo a morro, brindamos por el éxito de la convocatoria,

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