miércoles, 21 de febrero de 2018

La amiga de la Momia.

La Momia ha venido a verme. - A ti, noooo, nena, sino a esa cabecita que tenéis de llavero. - ¡¿A Pepe?!... ¿Y eso? - Me he acordado de alguien que conocí en las postrimerías del siglo XIX , que marchó a vivir aventuras a tierras lejanas... - ¿Chico o chica? - Chica. Aunque partió de Palma disfrazada de hombre. - ¿El pasaje era más barato para los hombre? ¡Machistas! Hizo bien en disfrazarse. - No te enteras de nada, nena. ¿No recuerdas aquella canción que cantábamos de pequeñas... - Ejem, bisabuelastra, perdona que te interrumpa pero, en el siglo XIX yo ni siquiera estaba programada para nacer. - La canción decía (ella iba a su bola) que al pasar la barca, le dijo el barquero, las niñas bonitas no pagan dinero... pues ella tuvo que pagar porque era más fea que Picio. - ¡Machistas!

Los ojos de la Momia, ribeteados de negro y los párpados pintados de azul, se abrieron con asombro. - ¡Nada te parece bien! No es raro que sigas soltera y sin compromiso. - Mejor sola que mal acompañada (musité) - Según y como. Es cierto que yo aguanté lo que no está escrito en mi matrimonio pero, al final tuve mi recompensa: viuda, rica y con ganas de vivir... Menos  mal que la Cotilla me echó una mano.

El radar de mi cabeza se puso en marcha. - ¿Qué pinta la Cotilla aquí? - Me dio unos polvos para mi marido.Dijo que eran buenos para eliminar los ronquidos y fue mano de santo. Nunca más roncó, aunque no sé si fue por morirse... ¿podría ser, verdad?

Me estremecí. La Cotilla cerca de un difunto ¡otra vez!

- Cuéntame qué pasó, bisabuelastra. - ¿Qué más da lo que hiciera? ¡Hablábamos de mi amiga aventurera! El barco velero zarpó del puerto de Palma y no volvió hasta dos años después. Mi amiga no venía en él. Pero como preguntando se llega a Roma, supimos que viajó hasta Nueva Guinea Papúa. en aquel tiempo, en las cocinas de las cabañas había un plato de mucho éxito... - ¡Tú amiga se metió a cocinera! - La información decía que ella formó parte del plato favorito de entonces y fue su rey quien hizo los honores.

- ¡Cuanto honor! (grité entusiasmada) - Por lo visto, la salsa salió muy picante y el rey tuvo dolor de estómago durante dos días. Así que el cocinero también entró a formar parte del menú semanal. Como ves, en esos sitios nos dan buenas lecciones sobre economía casera se desperdicia nada. - ¿Me estas contando que... se los comieron? - ¡Exacto! - ¡Qué horror! - ¿Por qué? eran caníbales los pobres. Ahora trae a quien llamas Pepe. Quiero examinarl por si encuentro algún parecidos. - ¡¡¡JESUS, MARIA Y JOSE!!! Grité despavorida.

Pascualita se colocó de un salto en el borde del acuario mientras me mostraba su dentadura de tiburón en plan amenaza. Menos mal que no estaba la abuela o me hubiese atacado.

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