jueves, 8 de febrero de 2018

Requetemenopausia

Estos días en que está haciendo un frío helador a la abuela le han entrado los calores, de la menopausia dice. Y en cuanto me doy la vuelta abre puertas y ventanas. No tendría que enfadarme con ella porque ahorro la corriente de la nevera y el congelador. También tengo la cara lisa como el culito de un bebe. Sin el mínimo atisbo de arrugas pero no puedo aguantar sentirme como un muñeco de nieve al que le gustara el verano.

Andresito y la Momia la han mandado a mi casa. - Nena, me dijo mi bisabuelastra, quedate con ella hasta que cambie el tiempo y no parezcamos dragones medievales al hablar, echando vapor como antiguas locomotoras. Nuestros huesos no aguantan tanto frío. Y nosotros, que somos ricos desde la cuna, no tenemos porque pasar éste calvario. - ¡No, no, no, no!. El abuelito, al casarse, dijo que estaría con la abuela para lo bueno y para lo malo... - Ya. Dijo esa tontería, lo sé. Y se lo he recriminado estos días. De todas maneras, el cura no dijo nada sobre pasar inviernos crudos en casa como si estuviésemos en Siberia. - Déjame hablar con Andresito, porfa. - Ahora no puede ser, nena. Entre Geoooorge y yo estamos descongelándolo. Después haremos lo mismo con los cubanitos-culito respingones.

No pude convencerla y poco después el rolls royce aparcaba, mal, debajo de casa.

En cuanto entró dijo: - "¡Uf! que calor hace aquí. ¡Abre las ventanas!" - Llamaré al médico. No estás bien de la cabeza. - "Es la menopausia" - ¿Otra vez? - "Como soy rica tengo las menopausias que me da la gana, boba de Coria."

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¡Aaaaagh! ¡Que fri...iiiii... iiiioooooo! ¡Enciende la estufa, tacaña! - La abuela tiene la menopausia. - ¿Otra vez? Desde que es rica no se priva de nada. - "¡Cotilla, abre el balcón!"

Dejamos a la abuela en el comedor y nosotras nos encerramos en la salita con la estufa a tope. - "¡Eso que hacéis no es sano!" nos gritaba. Me arriesgué a ir a la cocina en busca del chinchón. Me puse el anorak sobre tres jerseys de lana y dos bufandas. Al pasar junto al acuario vi un pequeño iceberg flotando sobre el agua. A Pascualita no se la veía por ninguna parte. - ¡Se habrá congelado por tu culpa! (le recriminé a la abuela) - Y de repente, como un misil, la sirena salió con tal fuerza que saltó sobre mi, agarrándose con los dientes a las bufandas ¡Eso me evitó ser mordida!

La metí en el bolsillo del anorak. Entré en la cocina como un rayo, cogí a Pepe, el chinchón y unas copas y volví a la salita. Y allí llevamos ya unas... horas... ¡hip! ...borrachas perdidas... ¡hip! pero, calentitas... ¡hip!


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