domingo, 18 de febrero de 2018

El Dragón Chino.

He salido a la calle a comprar el periódico y me he encontrado con un Dragón enorme que venía hacia mi. He puesto los pies en polvorosa. Y eso que todavía tenía legañas en los ojos pero he corrido como alma que lleva el Diablo.

Con el paquete de ensaimadas dominicales en la mano, he ido, en plan marine, arrastrándome por el suelo, de esquina a esquina y esquivando porquerías perrunas, atenta a cualquier movimiento extraño. Afortunadamente las calles estaban despejadas y he llegado a mi portal sana y salva.

Mientras desayunaba les he contado ésto a Pascualita y a Pepe. Me ha parecido que ambos se estremecían. Menos mal que el Dragón no echaba fuego por la boca. Quizás era demasiado temprano para él y no tenía aún el estómago dispuesto para trasegar gasolina o lo que sea el combustible que usan éstos bichos.

La sirena ha saltado a su taza de cola cao pero antes, ha mirado a ambos lados, cosa que no hace nunca. ¿Le preocupaba el Dragón tanto como a mi? Pepe, en cambio no ha girado la cabeza para nada... pienso que, al no tener cuello es normal, pero también porque era una persona valiente que se internó en las selvas de Papúa Nueva Ginea sin pensar que podía acabar siendo el adorno de un llavero.

Salí al balcón con mis amigos y un olor a comida me llegó desde la plaza cercana. La Cotilla me llamó desde abajo - ¡Baja, boba de Coria! ¡Es el año del Perro! - ¡¿Qué perro?! No quiero ninguno.-
Una gaviota pasó rozando el balcón dando gritos estridentes. - ¡Quita, bicho! - Pascualita se removió en mi mano. Había sacado la dentadura de tiburón a pasear. La solté de golpe y cayó en una maceta sin planta. La gaviota volvió, esta vez, dispuesta a robar, llevaba el pico abierto. Me quité el jersey y lo agité asustándola. - ¡¡¡Vete, fueraaaaaaa!!!

La Cotilla gritaba. Pasé de ella. Tenía que evitar que la gaviota se comiera a Pascualita pero me estaba costando lo mío porque el pájaro no se daba por vencido. Entonces, sorteándo los golpes de jersey, puso una pata a la altura de la sirena y ella le mordió ¡y no soltó!

La gaviota se revolvió, loca de dolor cuando el veneno entró en su cuerpo. Inmediatamente la pata se hinchó exageradamente e intentó emprender el vuelo. Pero ahora era yo quién no quería que se fuera. La agarré de la pata y tiré con fuerza hasta arrancar a Pascualita. Después la dejé ir. Se paró en las ramas del árbol a lamentarse y amenazarme sin parar de graznar mientras la sirena se relamía después de comerse el trocito de carne de gaviota que quedó entre sus dientes.

Un fuerte aplauso y gritos de ¡¡¡VIVAAAAA, VIVAAAAAA!!! sonaron debajo de casa. Entonces me di cuenta de que, debajo del jersey no llevaba nada puesto. El señor Li, acompañado por un nutrido grupo de chinos de todas las edades y sexos, aplaudían y reían junto al resto de vecinos que se habían congregado en la calle. De repente, por una esquina apareció el Dragón. - ¡¡¡Aaaaah, corred, corred!!! - El señor Li también gritaba - ¡¡¡Tu venil a plaza. Hoy sel Año Nuevo Chino. Año del Pel.lo!!! - Al darse cuenta de que no le entendía, los chinos dijeron a coro = ¡¡¡Año Guau, guau, guau!!!





No hay comentarios:

Publicar un comentario