sábado, 9 de diciembre de 2017

¿Qué les pasó a las sirenas y sirenos?

Pascualita solo le teme a una persona: el señor Li. Puede que la sirena tengo un sexto, e incluso un séptimo sentido que la pone en guardia cuando él viene a casa. Entonces, en lugar de intentar morderle o lanzarle chorritos de agua envenenada, se esconde en el interior del buque hundido que,  rodeado de algas es casi invisible.

De modo que me puse a pensar y pensar y pensar y... ¡Uf, acabé con el cerebro escacharrado y tuve que tomarme una tortilla de aspirinas para volver a mi estado natural. Sin embargo, esto no resolvió el misterio, así que decidí tomar el toro por los cuernos y fui a la tienda de los chinos para hablar con el señor Li.

- ¡Hola! ¿Venil a decil que día comel con Lei en tu casa? - No. Vengo a intentar resolver un enigma que  me preocupa... ¿Se come mucho pescado en China? - ¡Oh, sí! Hay mucho chino en China. - ¿Cualquier clase de pescado? - ¿Tú quelel pescado chino? ¡Yo tenel aquí! - ¡No, no!... ¿Es posible que, de tanto comer pescado, hayan acabado con algunas especies? - ¡Oh, sí! sel posible... - Por ejemplo ¡¿sirenas?! - Sí. ¡Síiiiiiiii! Abuela contal que su bisabuela contal a ella que su bisabuela le contaba que su bisabuela contaba también... - ¡Vale! ¿O sea, desde el principio de los tiempos? - Sí, podel decil así... Chinos comel silenas y silenos, con aloz, col, algas... Silenas y silenos pegalse a algas y chinos cogel tlanquilamente. - ¡¡¡Que ascooooo!!!

- Milenios atlás, solo comel silenas Empelador y familia. Luego chinos sel tantos como glanitos de alena en playa y telminar comida, pol eso Empelador decil a pueblo ¡Comed también silenas y silenos! !Y comel todos!

Ya tenía el motivo de la desaparición de esos bichos, así que di media vuelta para irme. - ¡Eh, boba de Colia! ¿No complal nada?... ¿Fideos chinos?... ¿No? - ¡¡¡Lácana!!!

Así que Pascualita era el único ejemplar que quedaba en todo el mundo... Y guardaba en su pequeño cerebro el recuerdo de la extinción de su raza. He ahí porque se escondía en cuanto veía al señor Li.

Al llegar a casa me acerqué al acuario. La sirena bostezaba subida en el borde. Al verme alargó un brazo señalando la salita. - ¡Ni hablar! ¡No pienso poner la tele para ver a la Esteban! - Entonces, escupió.

Fue el momento justo en que el señor Li, acompañado de la Cotilla, entró en casa y recibió, de lleno, un escupitajo dolorosísimo, en un ojo. Había visto hacer tai-chi a los chinos pero saltar, gritar, llorar, moquear como él, nunca. Cuando le acerqué la botella de chinchón, la apuró en un instante. Tuve que darle otra para que cayera rodando bajo la mesa del comedor. Ahora solo falta que no recuerde nada cuando despierte y que no se asuste al ver ese ojo, normalmente como una fina raya en su cara y ahora tan hinchado como una pelota de ping pong.

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