viernes, 29 de diciembre de 2017

La uva de Nochevieja.

Una voz, llegada del otro mundo, atacó mis oídos mientras dormía a pierna suelta, arrebujada en las mantas y en mis sábanas de franela: - Ponédloooo en ese cuartoooo (susurraba en voz alta el puñetero espíritu) - Sí que caben másssssssssss... No hagáis ruíiiiiidooooooo, no sea que se despierteeeeee la boba de Coriaaaaaaaaaaaaa.

Eso fue lo que hizo que me desvelara. Nunca un espíritu me había llamado así. - ¿Abuelito primero? - ¡Quietos todooooooos!(dijo el ser irreal) - ¿Eres tú?... ¿No puedes venir de día? - Os lo dije, es tontaaaaaaaaaaaaaaaa.

Me incomporé en la cama y encendí la luz dispuesta a enfrentarme con los fantasmas que fueran necesarios. ¡Solo faltaba que me perdieran el respeto ellos también! La luz de la lámparita dejó al descubierto a varias ¿personas? ¿ánimas? ¿fantasmas? ¿Cotilla?... ¿COTILLA?

- ¡¡¡COTILLAAAAAAA!!! ¿Qué hace en mi casa, a éstas horas y con ésta gente? - He venido a traer unas cosillas que me he encontrado por ahí. Y estos amigos me están ayudando a colocarlas en el cuarto de tu abuela...

Había unas veinte personas, entre hombres y mujeres, jubilados todos, trajinando ¡cajas de uva! - Mientras la Cotilla hablaba conmigo, ellos estaban a lo suyo. - Cotilla, menos cháchara y ves preparando cafés con leche calentitos. - Y saca las magdalenas del contenedor del súper. - ¡Voy, voy!

- ¿Cómo que voy? ¿Ha traído café, azúcar, leche?... ¡¿NO?! ... ¿Supone que voy a tener que ponerlo yo? ¡¡¡Por encima de mi cadáver!!! - ¡A ver, quién quiere cargarse a la pesada ésta! (gritó una de las compinches de la Cotilla) - Poco después estaban todos desayunando y yo haciendo más café.

Según me contó la Cotilla y no tengo porque dudar de su palabra, al pasar cerca de Mercapalma, encontraron unas pilas de cajas repletas de uva. Estaban allí, solitas, sin nadie que las vigilara y pensando que estaban abandonadas ¡se las llevaron! Hay que ver lo bien que manejan los móviles estos jubilatas. - A ninguno nos llega la paga hasta fin de mes y algo tenemos que hacer, así que nos organizamos y en cuanto vemos algo "abandonado" nos lo comunicamos y obramos en consecuencia. - Ya veo... ya...

Sonó el timbre de la puerta. Bedulio estaba en el rellano, vestido de uniforme y cara de pocos amigos. - Vengo a llevarme la uva. - ¿La que tengo para Nochevieja? ¡Ni hablar! - Me apartó de un empellón, pasó revista a la casa y salió a toda pastilla, blanco como la cera, corriendo escaleras abajo.

¿Qué ha pasado? (pregunté a la Cotilla que, seguida de sus compinches, venía pasillo adelante) - Nos hemos mimetizado en jubilados de esos que pasan inadvertidos por la calle y Bedulio no nos ha visto.
Cuando iba a abrir el cuarto de la uva han sonado varios ¡CHOF! ¡CHOF! ¡CHOOOOOOF! ¡Tu primer abuelito está cabreado y ya sabes el miedo que le tiene! Vendremos cuando se le pase que a mi tampoco  me hace gracia. Ah, y no comas uvas ¡Son para vender en Nochevieja.- Mientras bajaban la escalera, pregunté: - ¿Me darán algo por guardarla? - Ahora mismo: ¡Feliz Año Nuevo, boba de Coria!

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