martes, 12 de diciembre de 2017

El pánico de la Cotilla.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! - ¡No grite, cooooooñe! que aún no han puesto las calles! - ¡Tienes que ayudarme! ¡Dime que lo harás! - No pienso decir nada que pueda comprometerme porque, con usted, nunca se sabe... - ¡Dílo, díloooooo!

La Cotilla había entrado en mi cuarto mientras yo dormía plácidamente. El despertar fue muy brusco y a punto estuve de saltar por la ventana pensando que había fuego. Para terminar de completar el espectáculo, se puso de rodillas, en posición de rezo, con las manos juntas y cara de pánico. Me dio un vuelco el corazón - (¿Qué querrá ésta? me pregunté) - Deje de hacer el indio y diga de una vez lo que quiere, que tengo que seguir durmiendo... Ah, y nada de pedirme dinero porque estoy canina.

La Cotilla abandonó su postura y se metió ¡en mi cama! Y no fue ésto lo peor, sino que tenía los pies como el hielo y los puso en mi espalda. Ese fue el momento en que en todas las ventanas del barrio se encendieron las luces, cuando grité como una posesa: - ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!

Los móviles debieron echar humo porque, en muy pocos minutos, llegaron ambulancias, bomberos y policías, con las sirenas a todo volúmen. La Cotilla y yo nos asomamos al balcón para ver la movida. Los servidores públicos se apearon de sus vehículos preguntándo a los vecinos, asomados también a ventanas y balcones, que dónde era el incendio y el crimen.

La calle se convirtió en un gallinero porque todos habían escuchado el alarido pero no tenían ni idea de dónde había salido - ¿Cómo voy a saberlo si estaba durmiendo? (se enfadó un hombre que salió en calzoncillos) - ¡Exhibicionista! (gritó su mujer) ¡Entra en casa!

De finca a finca, se hacían recriminaciones y acabaron insultándose unos a otros. Mientras tanto los bomberos y enfermeros hacían coro hablando de fútbol. Los policías intentaban poner orden en aquel desconcierto pero era difícil porque tenían muchos frentes abiertos. Finalmente, llegaron los municipales con Bedulio al frente. Le costó entender de qué iba el guirigay pero luego, levantando un dedo acusador cual Rodrígo de Triana gritando ¡¡¡TIERRA A LA VISTA!!! , el Municipal señaló nuestro balcón.

Un potente foco apuntándonos activó la vena artística que toda persona que se aprecie lleva en lo más hondo de su ser... y cogiéndonos de la cintura, la Cotilla y yo ¡bailamos el cancán en tan reducido espacio!

Mientras el furgón de la policía nos llevaba a comisaría, recordé que todo empezó porque la Cotilla quería pedirme algo. -  ¿Qué quería? - Que me acompañes mañana a hacerme un análisis ¡Me dan pánico las agujas! - ¿Yoooooooo? Tengo que dormir. - ¡Egoísta! - Pues, sí.

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