miércoles, 1 de noviembre de 2017

¡La madre que me parió!

Que nochecita he pasado. No he pegado ojo en toda la noche. Sobre las cuatro de la madrugada me han despertado una pareja de zombis apestando a chinchón. - ¡Oh, no! ¿Todavía no estáis cansados de juerga, abuelitos. Pues yo quiero dormir así que, si queréis café, ya sabéis dónde está la cocina, el bote del café, el azucarero, la cafetera, las tazas y las cucharillas ¡Buenas noches!

Estaba cogiendo de nuevo el sueño y la voz estropajosa de una calavera con un cirio encendido en la cabeza me dijo algo que no entendí. - Hágame un favor, Cotilla. Vaya a la cocina con los abuelitos y déjeme en paz.

Y así ha seguido el rosario de "almas en pena" hasta que han llegado las claras del día y me han dejado tranquila. Solo entonces he dormido a pierna suelta hasta las diez de la mañana.

He pasado por el comedor a buscar a Pascualita para desayunar juntas. - Espero que los pesados de ésta noche hayan recogido la cocina... Maldita moda americana . Da grima ver a tanta gente haciendo el ridículo con esos disfraces, a cual más desagradable.

La cocina estaba tal cual la dejé yo anoche: con los platos sucios de mi cena en el fregadero. Cosa que me sulfuró. - ¡Panda de desagradecidos! También podrían haber fregado lo mío.

Estaba Pascualita en pleno ejercicio de saltos mortales dentro de su taza de cola cao cuando tuve que esconderla, de prisa y corriendo, en el bolsillo de mi bata. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa!

La Cotilla me pilló en pleno rebote y pagó los platos rotos. - ¡La próxima vez que quiera un café en plena noche, que se lo ponga el sereno del barrio! - Huy, que mal te sienta el chinchón de buena mañana, boba de Coria. - ¡Ni chinchón, ni leches! ¿Tantos les costaba fregar un plato y un vaso más? - ¿A quién? - ¡A usted y la compañía! - ¿Cuándo? - ¡¡¡ESTA NOCHEEEEEE!!!

La Cotilla cogió su bolso y salió deprisa pero yo, furiosa, la perseguí por el pasillo gritándo como una loca. Solo me callé cuando por poco se carga la puerta de un portazo. Volví a la cocina para terminar el desayuno. - Perdona. La próxima vez lo fregaremos todo (dijo una voz de hombre) - Eso esper...oooooo... - Pepe, de cuerpo entero, se dirigió a su estantería, subió de un salto y su cabeza jibarizada quedó en la postura de siempre. El resto del hombre había desaparecido.

Desde entonces, llevo todo el día fuera de mi casa.

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