lunes, 16 de octubre de 2017

Me corroe la envidia.

La abuela ha vuelto con las pilas cargadas y las cartucheras también, las que se le han puesto en la cintura, tanto a ella como a Pascualita. La sirena no cabe en el termo de los chinos ni metiéndola a rosca. - ¡¿Qué le has hecho a ésta pobre que parece el muñeco de Michelín?! - "Pasarlo requetebien y caminar mucho" - No me imagino como ha podido "andar" mucho la medio sardina si, de cintura para abajo, solo tiene cola de pez. - "¿Acaso crees que es tan inútil como tú? tiene muchos recursos. Recursos inteligentes quiero decir."

No me tragué la trola. - ¿Ya está preparada para leer el Quijote? - "Totalmente. El argumento le ha encantado" - ¿Y por qué habéis engordado tanto? - "¡¿Quién está gorda, boba de Coria?" - Pues... vosotras dos... (a medida que iba hablando reculaba hacia la puerta de la calle por si tenía que salir corriendo)

Me llovió una catarata de improperios y mientras aguantaba el chaparrón, llegó la Cotilla. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Ya has vuelto? ¡Jopé, que gorda estás! - La cara de la abuela se transformó en una máscara maligna a la que solo le faltaban los cuernos y echar fuego por los ojos para ser un demonio muy cabreado. - "¡¡¡FUERA DE ESTA CASA. LAS DOS!!!"

Cabizbajas, bajamos hasta el portal y fue allí donde caí en la cuenta de que yo no tenía que irme de aquella casa porque era ¡LA MIA! y volví sobre mis paso a toda pastilla. Aquello me permitió escuchar a la abuela hablar por teléfono con su amiga Conchi: - "¡Nos hemos puesto las botas!... ¡Qué va! en coche todo el tiempo... jajajaja Que morcillas... Chocolate con churros. Sí, se aguantaban de pie en la taza..." - En cuanto me vio aparecer me tiró el listín de teléfonos a la cabeza.

Pascualita a penas flotaba. La boca y los ojos se perdían entre los hinchados mofletes. Pensé que era el momento oportuno para gastarle una broma pesada porque casi no tenía hueco por donde salir los chorritos de agua envenenada... de todos modos, como no estaba segura al cien por cien, lo dejé correr.

Me encerré en la salita junto a la botella de chinchón, dispuesta a bebérmela toda con tal de dormir y despertar luego volviendo a la normalidad... porque ésto es una pesadilla ¿verdad?... ¡¿Y por qué la abuela no me ha llevado a mi a La Mancha?!

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