lunes, 2 de octubre de 2017

Agujetas.

Mi casa se ha convertido en un hospital de campaña con tres heridos quejicas. El hilo musical que se extiende por todas las habitaciones es ¡Ay..., ay..., ay..., ay...! Menuda monserga. Estoy por irme, cerrar la puerta con llave y tirarla a un pozo ¡no aguanto más!

La abuela, Andresito y la Cotilla están tirados por los sillones y me han tomado por el pito del sereno: - "¡Nena, házme un café!... ¡ayyyyyyyyyy" - ¡Nena, otro chinchón que ya no me queda!... ¡ayyyyyyyyy! - ¡Nena, llama a mi partido y diles que se han pasado siete pueblos con las porras... ¡ayyyyyyyyyyy! - Ahí me negué en redondo - ¡Ni hablar del peluquín! No vaya a ser que se les escape un porrazo y me de a mi! - Si es por teléfono... - ¡No me fio!

Están los tres con agujetas hasta en las pestañas porque no se les ha ocurrido otra cosa que apuntarse a clases de baile mallorquín. A sus años... de ésto no he comentado nada, por si acaso se le va la mano a la abuela y me arrea un pescozón de los suyos. El caso es que han tenido su primera clase y ahora están doloridos. - Tendríais que tomar una aspirina y en cuanto os mejoréis llamo a Geooorge y os lleva a la torre del Paseo Marítimo. - ¡Ni hablar! (dijo el abuelito) Allí tendríamos que aguantar las pullas de mi madre que ya nos advirtió de lo que nos podía pasar bailando jotas y boleros.

- ¡¿Y hasta cuando pensáis quedaros aquí?! - Hasta que se nos pase, nena. - ¿Cuánto duran unas agujetas? - Huuuuuuy, algunas pueden durar meses (soltó la Cotilla) - ¡¡¡¿MESES?!!!

La desesperación se adueñó de mi. No resistiría tanto tiempo sin acabar loca de atar. Cogí a Pascualita para contarle mis penas pero, aturdida como estaba, no caí en que la sirena estaba profundamente dormida flotando entre dos aguas y al cogerla tuvo un brusco despertar que se tradujo en intentos furiosos de morderme ¡Y no me había puesto el guante de acero!

Los "enfermos",tomándome por una esclava de tercera categoría, no paraban de llamarme: - "¡Nena, pónme bien el cojín!" ¡Y a mi! ¡A mi también!  - La vista se me nubló y por unos instante lo vi todo negro, después rojo y a partir de este momento creo que desdoblé mi personalidad, porque cuando recuperé la conciencia, me encontré a tres personas gritando, llorando, pataleando ¡y saltando! con los cráneos mondos y lirondos y restos de pelo colgando como tristes banderas sin viento que las ondée... Por el rabillo del ojo vi un movimiento en el suelo. Pascualita, con la satisfacción del trabajo bien echo, reptaba por las baldosas camino del acuario. - Has encontrado la "cura" de las agujetas, muchacha. (le dije al tiempo que hacía la señal de OK antes de meterla en el agua)

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