lunes, 4 de septiembre de 2017

Oculista.

Hoy no tenía nada que hacer y he dicho: - Pascualita, vamos a la consulta del oculista a que me hagan pruebas. Con ella viendo el panorama desde el termo de los chinos, he cogido el autobús y le he dicho al chófer. - Llévame al hospital, Fermín. - Me ha mirado con cara de asombro, así que he deducido que no se llama Fermín ,pero ese es el nombre que tendrá mi chófer cuando sea tan rica como la abuela.

He dado un paso hacia uno de los pocos asientos libres que quedaban y me ha gritado: - ¡Quieta, parada! O pasa la tarjeta ciudadana por el aparatito, o se baja ahora mismo. - Por no discutir, la he pasado, (pero no para Pascualita jijijijijiji)  después me he sentado, muy tiesa y muy digna para que el proletario ese, vea lo que es una s-e-ñ-o-r-a.

Después de dos baches espectaculares, que el bus ha saltado sin amortiguadores, a punto he estado de romperme la espalda y he tenido que dejar para otro día la pose de señora-digna. Estos avatares minaban mi intención de ponerle al Lunes buena cara. Y solo me ha faltado el canto de un duro para pedir la hoja de reclamaciones al supuesto "Fermín" de las narices.

Menos mal que en la consulta del oculista he encontrado un poco de paz. Apenas había gente. Las enfermeras entraban y salían con largas listas en las manos y se desgañitan nombrando a pacientes invisibles, supervivientes de un fin de semana a los que se les han pegado las sábanas.

He sacado un libro del bolso y me he pasado un buen rato leyendo, evadiéndome a lejanos paisajes donde la gente hablaba en susurros: - Luego dicen que la Seguridad Social va mal... ¿Dónde están los pardales a los que llaman?... No tienen vergüenza... ¡A la cola tendrían que mandarlos!... Tiene usted razón, eso es lo que se hace en la carnicería de mi barrio. Si te despistas cuando llaman tu número, después no quieras pasar delante a las demás ¡Haber estado atenta!...

He vuelto al presente al escuchar mi nombre - ¡Servidora! (he gritado) y un poco atontada aún por el brusco traslado del ensueño a la realidad pura y dura, he preguntado a la enfermera. - ¿Cómo sabía que estaba aquí? - Porque hace seis meses que le dieron cita con el doctor, para hoy. - He quedado gratamente sorprendida con la respuesta.

Me han tenido entretenida haciéndome prueba tras prueba para, finalmente, ir a parar frente a la puerta del doctor a esperar el veredicto. He vuelto al libro... hasta que una mano posada en mi brazo me ha hecho perder el hilo de la lectura. Una mujer me miraba embelesada. - Perdone que la moleste pero es usted la única persona, en toda la sala, que tiene un libro en las manos ¡y lo lee! - Leía (dije algo molesta) pero no me oyó porque se escuchaba a sí misma: Me encanta leer..., he leído taaaaanto..., que si patatín..., que si patatán... - Cuando el oculista me ha llamado le he dado un abrazo diciéndole: - ¡Le debo un chinchón on the rocks, doctor! - Hasta Pascualita le ha mostrado su dentadura de tiburón en plan sonrisa. Menos mal que el hombre tenía la vista clavada en el ordenador y no la ha visto.

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