sábado, 9 de septiembre de 2017

El reportaje

Me senté con Pascualita a ver un reportaje sobre el Mar que daban en la tele. Me aprovisioné bien de pipas, una jarra de chinchón on the rocks, almendras fritas y saladas y una bolsa de patatillas. No hay nada que me de más hambre y sed que tirarme un rato en el sofá sin hacer nada.

Puse a la sirena en antecedentes de que lo que íbamos a ver para que estuviera atenta a la pantalla y se recreara con escenas, paisajes y criaturas de su hábitat natal. Pero a Pascualita le cuesta centrarse. Tal vez sea por la posición de sus ojos que, aunque parezca tenerlos frontales, no es así porque la cara no llega a ser plana, por eso para mirar tiene que ladear un poco la cabeza como si fuera un conejo.

La coloqué sobre mis rodillas y en cuanto escuchó el primer crack de la cáscara de pipa que partí con los dientes, toda su atención se centró en mi. A riesgo de quedarme sin dedos, le di la pipa y la pulverizó con esa cantidad de dientes que tiene y partir de aquí me convertí en la abre-pipas más rápida del mundo y parte del extranjero. No daba abasto la tía.

Empezó el programa con unas imágenes espectaculares. - ¡Mira lo que sale en la pantalla! ¿Es tu casa, Pascualita? - Solo se dignó mirar una vez cuando se vieron las olas grandes desde debajo del mar. Pero fue solo un segundo porque había probado las almendras fritas y no podía parar de comerlas.

Cogí una y se tiró a por mi mano, suerte que de el manotazo que le di, salió rumbo a la ventana y acabó sobre el árbol de la calle. Tuve que "pescarla" y entre una cosa y otra, el reportaje seguía sin pena ni gloria para la sirena.

De repente una cosa blancuzca y larga se deslizó ante la pantalla ¡Y los pelo-algas de Pascualita se erizaron! - ¿Qué bicho será esto? - Naturalmente no me lo dijo pero sí sacó la dentadura de tiburón a pasear. Impulsándose con la cola se estampó contra la pantalla del televisor e intentó morderla lanzando dentelladas a diestro y siniestro - ¡Para, loca, que lo vas a romper!

Todo lo comestible que había traído yo estaba esparcido por el suelo de la salita. Lo había tirado Pascualita con el movimiento de su cola. Menos mal que la jarra de chinchón se salvó.

Poco a poco, la imagen de la pantalla se fue alejando y se vio claramente que se trataba de un calamar gigante que vivía en lo más profundo de los océanos. - ¿Era eso lo que comías cuando vivías en tu casa? Pues ahora mismo voy a comprarte uno. - Al volver de la pescadería metí el calamar en el acuario. La sirena se le acercó. Lo tocó, rodeó,  movió, sacudió y ... ¡lo sacó fuera del acuario! Después se asomó al borde y me tiró un chorrito de agua envenenada que me dio en todo el ojo.

Una vez pasado el mal rato de los dolores, ahora tengo un ojazo que a punto está de salirse de la órbita y otro pequeñito, o sea normal. Nunca he visto un bicho más desagradecido... ¿Deben gustarle los calamares vivos? Pues menos mal que no se lo he traído frito a la romana, que ha sido mi primera intención...

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