miércoles, 6 de septiembre de 2017

El carrito de la compra.

En el buzón he encontrado un anuncio de una nueva droguería y para festejar el estreno del negocio hace una oferta de pinturas acrílicas. Los precios bajísimos y el 2 x 1, me han decidido. Me he colgado el termo de los chinos al cuello. Siguiendo la costumbre de la abuela, me he llevado a Pascualita para que aprenda lo que hay que hacer cuando se encuentran ofertas que valen la pena.

Una esquina antes de la droguería me he encontrado con una larguísima cola de personas que, como yo, llevában el carrito de la compra para cargar cuantos más botes de pintura, mejor.

Después de pelearme con unas jubiladas que querían colarse, he logrado llegar al mostrador antes de la una. Ya veía que me quedaba sin comprar después de estar de plantón toda la mañana. Al fional he tenido que ir a comer a un comedor social donde he tenido que hacer una cola más larga si cabe.

Pascualita estaba harta de tanto encierro en un sitio estrecho y ha saltado dentro del carrito sin que me diera cuenta.

Tantas horas de plantón me han puesto los pies hinchadísimos y apenas podía caminar ¡Que dolor! y que ganas de llegar a casa, poner la Vuelta a España y sentarme en el sofá de la salita para dormir a pierna suelta pero, mi gozo en un pozo.

A penas me había alejado unos cien metros del comedor social, mi vuelta a casa fue interrumpida por dos vehículos policiales que, con las sienas a todo trapo , me ha dado un buen susto. Cuando los coches se han cruzado delante de mi impidiéndome el paso, el corazón ha estado a punto de salirme por la boca ¡Están rodando una película de guardias y ladrones y me han pillado en medio! ¡Voy a salir en el cine!

Los policías se han apeado de inmediato y pistolas en mano me han ordenado que me tirase al suelo ¡Estaba tan encantada que me he tirado varias veces para que el director elija la mejor toma! - ¿Se puede saber qué hace? (me ha gritado un guardia) - Facilitar el trabajo al director ¿no lo ves?

El otro policía me esposó las manos a la espalda. - ¡Que incomodidad! Habérmelas puesto delante. Es que no dais una. - ¿De qué habla? (preguntó un guardia al otro) - Se está haciendo la loca, como todos. (luego, dirigiéndose a mi, dijo) - ¿Quién es el muerto? - Perdona pero no puedo responder a eso porque nadie me ha dado un guión ¿Llevas uno? - Señalaron el carrito de la compra y el reguero rojo que, gota a gota, caía de él.

- ¿Qué es eso? (exclamé) - Eso queremos saber. - ¿Lo habéis puesto vosotros? (pregunté, algo mosqueada) - ¿Nos acusa de colocar pruebas falsas? ¡se le va a caer el pelo! - ¡Ya está bien! Por muy actores de cine que seáis, no tenéis derecho a mancharme el carrito. - Vale, si no quiere hablar, ya se lo contará al Juez. - ¡Muy bien! Y ahora desatadme que no me gusta éste juego.

Tardé un buen rato en advertir que la cosa iba en serio y de cine, nada de nada. Los policías fueron alertados por alguien que vio salir un reguero rojo del carrito, muy cargado de botes de pintura ¡Pensaron que había matado a alguien y desangraba mientras iba camino de mi casa.

Finalmente se descubrió que la supuesta sangre era kepsup de una botella que compré el día anterior y se me olvidó ponerlo en la despensa. Fue Pascualita quién le hincó el diente al bote de plástico, del que bebió hasta hartarse, luego se quedó dormida con el traqueteo de las ruedas del carrito sobre las baldosas de la acera. Aclarado el entuerto, con los pies metidos en un barreño con agua y sal, voy a hacer la siesta con un poco de retraso.

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