viernes, 22 de septiembre de 2017

¡Cinco años ya!

Hace cinco años que Pascualita está con nosotras y la abuela ha dicho que, para celebrarlo, va a tirar la casa por la ventana. Acto seguido ha cogido una mesita de noche antigua, que me sirve para poner las revistas encima, y la ha tirado por el balcón, diciendo - "Cuántas veces te he dicho que te deshicieras de esto" - ¡No la tires que era de mi primer abuelito! - "¡Por eso!"

¡Cinco años ya! Me parece que fue ayer cuando la encontré en una lata de sardinas cuando iba a prepararme un bocadillo... aaaayyyyyyyyy... que nostalgia... Era tan pequeñita, tan salvaje, tan fea... y sigue igual, la jodía. ¿Cuántos años tendrá este bicho?... Yo la hago del tiempo de la Esfinge de Egipto y puede que me quede corta.

Llamaron a la puerta. Era Bedulio cargado con los restos de la mesita de noche. - ¿Se te ha caído a ti? (su tono de voz no auguraba nada bueno) - A mi abuela. - Que rastrera eres cargando la culpa a una pobre anciana que no tiene fuerzas ni para arrastrarla. - ¡¿Quéeeeeee?! ¡¡¡ABUELAAAAAAA, VEN!!! - " - Al ver al Municipal se le iluminó la cara - "¡Pasa, hombre y tomate una copita de chinchón!" - No, gracias, yo venía a... - Te ha llamado POBRE ANCIANA, abuela. - La sonrisa desapareció de su cara, los ojos ese inyectaron en sangre y antes de que Bedulio pudiera reaccionar, le dio tal pescozón que su cabeza rebotó tres veces contra el ascensor y el canto de la puerta de mi casa. Fue algo espectacular. Cuando Bedulio cayó al suelo sin conocimiento nosotras entramos a seguir celebrando el aniversario de Pascualita.

La sirena estaba feliz. Daba saltos mortales en el acuario, dignos de una medalla olímpica que nosotras aplaudíamos a rabiar. Brindamos una y otra vez por ella y la abuela vació media botella en el agua. Entonces, llevada por la emoción del momento y la torrija que estaba cogiendo, Pascualita nos tiró besitos llevándose a la temible boca su lindas manitas palmeadas.

Cuando desde la puerta sonó la voz de la Cotilla: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! - lancé a la sirena al fregadero de la cocina pero como me bizqueaban los ojos, fallé. Y mientras me partía de risa, Pascualita caía en la olla del caldo que se estaba haciendo. Con ayuda del cucharón, la saqué de allí y la puñetera, entre hipos, hizo la señal de OK. - ¡Felicidades... ¡hip... sirenita!

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