viernes, 1 de septiembre de 2017

¡Acabé las croquetas!

Era tempranito cuando ésta mañana han aparecido por casa la abuela y la Cotilla. - "Venimos a desayunar croquetas." - ¿Cuántas habéis traído? - "¿No están hechas?" - Es un proceso largo. De momento el pollo ya está bañado y churruscadito. - "¿Cuándo se podrán comer?" - Por el proceso tan enrevesado que llevan, creo que... a mediados de la semana que viene.

La sonrisa se les congeló, dieron media vuelta y salieron dando un portazo. Corrí al balcón. - ¡Abuelaaaa, se te ha olvidado darme la ensaimada para desayunar! - "Cuando yo coma croquetas, tu comerás ensaimada" y se alejó repiqueteando con sus tacones XXL en la acera mientras la Cotilla la seguía a saltitos de gorrión y quejándose por no haber desayunado todavía - A la hora que es...

Esperé que Pascualita se desperezara en el borde del acuario, para cogerla y sentarla en el frutero. - Vamos a seguir con la receta de las croquetas si queremos desayunar como Dios manda. A ver ¿qué más hay que hacer?

La sirena, fijos sus ojos de pez en mi, parecía no entenderme. - No te hagas la tonta ahora... ¿ves algo por aquí que nos sirva? - Se impulsó con la cola y salió despedida hasta el armarito donde guardaba el cola cao. - ¿Cola cao, azúcar, café?... ¿Estás segura? - Chasqueó los dientes y se relamió. - ¿Quiéres desayunar? - La mirada se hizo más intensa. - ¡¿Ahora quiéres desayunar?! ¡Tenemos un trabajo que hacer, cacho sardina! Este bicho me saca de quicio.

No debió gustarle nada mi aptitud porque, de un impulso regresó al acuario, llenó la boca de agua y me escupió a los ojos - ¡La madre que te parió! - Por muy poco no me deja ciega. Mi primera reacción fue meterla en una olla y hacer un caldo de pescado con ella, pero no me quedó más remedio que claudicar y preparar los cola caos.

Como todas las mañanas, la sirena saltó dentro de la taza hasta vaciarla, luego se entretuvo en lamer la mesa y las sillas hasta que no quedó una gota a la vista. Solo entonces se dignó a darme una pista para continuar la receta de las croquetas. Saltó al suelo y reptando, llegó hasta las cebollas que estaban en una caja. - ¿Cebollas? ¿Tengo que cortarlas? ¡No puedo. Lloraré! - No tuvo piedad de mi y no se movió hasta que, a regañadientes, cogí una cebolla y la corté.

¡Que panzada de llorar! Aún tengo los ojos hinchados. - Llamé a la abuela - Madame no estar. - ¿Por casualidad te sabes la receta de las croquetas? ¿Qué hago con la cebolla? - Meter en sartén. - Con qué... - Oil - ¿Aceite? - Yes. - ¿Y luego? - Poner whisky. - ¡No tengo! ¿Vale el chinchón? - OK. - ¿Mucho? - Yes. - ¿Qué más? - Azúcar glass - ¿Mucho? - Six cucharas - ¿No saldrán dulces? - ¡Noooooo! buenas. - ¿Y el pollo? - Yes. - ¿Lo corto - Yes - Cuanto trabajo... ¿seguro que saldrán buenas? Oye y para darles forma ¿cómo lo hago? - Con sobaquillou. - ¿El sobaco? - Yes. Es perfectou. - ¡Gracias, tío, me has salvado! - Mi no tío, mi mayordomou.

Cuando llegó la noche acabé de hacer la última croqueta. Luego me duché. Me molestaba mucho la pasta acumulada en el sobaco... pero estaba orgullosa de mi trabajo.

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