lunes, 14 de agosto de 2017

Un ensayo que no cuaja.

Llamé a la abuela. - Si vienes a desayunar y traes las ensimadas, te daré una buena noticia. - "¿Te has metido a chantajista?" - ¿De qué color quieres el biznieto? - "¿Cómo que de qué color? ¡No tomes chinchón de buena mañana, boba de Coria!" - Estaba tan ansiosa de contarle a la abuela la idea que había tenido que no quise discutir para que viniese antes.

Usaría la táctica de las sirenas: atraería a los hombres con mi canto (o sea, el de ellas) Y podría tener un biznieto de cada color de nuestra raza. Nos sentamos a desayunar con Pascualita. Yo parecía un vendedor de la Once, con mis gafas oscuras dentro de casa. La mitad de su cola cao la llevo puesta encima. No se le olvidan las afrentas a la sirena y sigue escupiéndome la jodía. Se me ocurrió que si cantaba como ella tal vez me dejaría en paz.

A la abuela le faltó tiempo para taparse los oídos. - "¡Deja de chirriar que me pones los pelos de punta!" - ¿Te gusta la canción? Atrae a los hombres. - "¿Eso?" - Es lo que cantan las sirenas cuando van de conquista. - "¿Cómo lo sabes?" - Mujer de poca fe. Busca a alguien que nos acompañe a dar un paseo por el barrio y verás si la canción funciona, o no.

Bajamos a la calle, con Pascualita observándolo todo desde la atalaya del broche prendido en el pecho de la abuela, en el momento justo en que pasaba por allí Bedulio. - "Hola, nos vienes como anillo al dedo (dijo la abuela) Escucha un momento a mi nieta que quiere cantarte algo. - ¡¡¡¿A mí?!!! - Y salió corriendo pero yo ya había empezado a cantar como una sirena (o eso me parecía a mi) - El Municipal frenó en seco. - ¡¿Pero... qué es este horror?! - Una canción de amor (dije, zalamera) Escúchala con atención.

Un galimatías de sonidos y crujir de dientes nos envolvió. Bedulio estaba blanco como el papel. Miró a la abuela. - ¿Es para... Eurovisión? De antemano te digo que no sacarás ni un punto. - Que desagradable es éste hombre cuando quiere. Igual que todos... porque me percaté que los hombres, en lugar de acercarse a mi, huían a la otra acera. La abuela, que tenía a Bedulio cogido por el brazo, lo dejó marchar porque decía que no había cristiano que aguantara aquello. Está visto tengo que practicar más la canción.

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