miércoles, 2 de agosto de 2017

El aire acondicionado.

Los abuelitos han hecho las paces y vuelven a estar juntos en la Torre del Paseo Marítimo. Quien ha conseguido tal proeza no ha sido otro que EL CALOR.

El aire sahariano que nos visita estos días y funde hasta la grasa de nuestros cuerpos, ha conseguido unirlos más que un tubo de pegamento Imedio. Y mientras yo sudo la gota gorda, ellos están tan ricamente viendo el mar a través de los ventanales de sus terrazas y disfrutando de un aire acondicionado, tan helado, que las montañas de nieves perpetuas les tienen envidia.

Me he acercado a verlos, con Pascualita metida en el termo de los chinos, en el que vuelve a caber ya que su grasa se ha convertido en aceite o algo así. Menos mal que la Cotilla no sabe de la existencia de la sirena, sino me propondría industrializarlo para ganar unas perrillas y poder llegar a fin de mes.

En cuanto Geoooorge me ha abierto la puerta enfundado en un anorak abrochado hasta el cuello he visto que allí pasaba algo raro. - ¿Ya empiezas a sentir el frío que hará cuando os quedéis solitos, fuera de la Comunidad Económica europea, inglés jejejejejejeje? - You loca.

Ni que decir tiene que yo iba monísima con un mini pantaloncito, una camiseta corta de tirantes finos y tripa al aire. Bueno, pues fue dar un paso dentro de la casa y quedarme helada. Tiesa como un pajarito. - ¿Se ha estro... peado el apar... ato del aire acondi...cionado? - No. Esto gustar a señores mios. - Ahora compren... do porque están tan... bien conser... vados a pesar de sus... años.

Me aventuré hasta el salón donde estaban los abuelitos y la bisabuelastra que se alegró mucho de verme. - ¿Alguien puede... prestarme una... manta? - "Para un día que vas en plan atractivo ¿para qué quieres una manta, boba de Coria?" - ¡Está helando... en ésta casa!

De repente el termo de los chinos empezó a moverse frenéticamente. La abuela me cogió del brazo y pasamos a otra sala tan fría como todo lo demás. Lejos de miradas indiscretas, abrí el termo y saqué a la sirena después de romper el agua de mar helada. El pobre bicho tenía un carámbano colgando de la nariz y los pelo-algas tiesos. Su color natural de piel, ya de por sí desagradable, ahora era muy azulado. ¡Estaba a punto de congelarse! - ¿Te das cuenta, abuela, de que tenéis el aire acondicionado muy fuerte? - "Está a la temperatura ideal. La culpa es tuya por haber encanijado a la pobre Pascualita. No debí dejarla a tu cuidado" - Menos mal porque sino, ahora se habría convertido en una pequeña merluza congelada. - Y corrí escapando de allí para salvar la vida, pero antes y a velocidad de crucero, pasé a despedirme de mi familia y cogí al vuelo la botella de chinchón, a la que le habían dado un buen tiento (¡Ahora entiendo porque no tienen frío los jodíos!) y salí a la calle a disfrutar del calor.

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