martes, 15 de agosto de 2017

Desilusionada.

Llevo días ensayando el canto de sirena y los únicos que se han acercado a mi han sido los vecinos, tanto ellos como ellas, para echarme rapapolvos. - ¿Te ha dado por aserrar cosas todo el día? ¿No puedes parar ni a la hora de la siesta, jodía? ¡Como baje te meteré la sierra por donde amargan los pepinos, pesada ya!

Unos me gritaban asomados a la escalera, otros daban patadas a la puerta. Los hubo más decididos que llamaron y al abrir, me empujaron y entraron en busca de la sierra. - ¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde la escondes?! - A mi me chocaba la fijación de todos ellos con una sierra. - Pero si yo no... - ¡Ni se te ocurra negarlo o te pego un guantazo! - No me quedó más remedio que llamar a los municipales. - Diga que manden a Bedulio a mi casa. Los vecinos están de uñas contra mi y no sé porque. Alguno ha hablado de lincharme. Puede que sea por el calor pero me preocupa tanta agresividad. - Al colgar, casi de inmediato, sonó el teléfono. - Oiga, que dice el municipal Bedulio que no va a su casa ni loco.  Prefiere enfrentarse con ingleses y alemanes borrachos y drogados hasta las cejas. - Dígale que ésta vez no se trata de fantasmas.

La abuela me llamó. - "¿Qué has hecho, boba de Coria?" - Llamar a Bedulio. - "Tu comunidad de vecinos ha llamado a Andresito para que medie entre ellos y tu porque si no dejas de hacer bricolaje a todas horas, harán una falla contigo y la sierra y arderá Troya. Dice Andresito que seas más comedida." - ¿Comedida? - "Eso ha dicho" - ¿Qué cursi, no?  - "Pues si, pero como es rico de nacimiento... "

El abuelito me preguntó por la sierra. - No es una sierra. Es un canto de conquista, ancestral. - Al final tuve que cantar para convencerlo. - ¡Pero esto es un horror! ¡Pobres vecinos! ¡¡¡Te prohíbo que "cantes" eso!!! - Prohibido prohibir, abuelito y paz y amor... - ¡Y una leche! No me extraña que te quieran linchar.

Me recomendó invitar a los vecinos a casa. - Que vean que no hay sierra que valga y después les cantas ese rollo. Se convencerán y te dejarán en paz. Pero, eso sí, ¡¡¡no cantes más!!!

Todo ha vuelto a la normalidad. Ya no canto, ni siquiera tarareo. He caído en una profunda depresión porque sigo sin poder darle un biznieto a la abuela. Y también porque he echado en falta unas estatuítas de porcelana fina que compré hace tiempo en una tienda de Todo a cien, cuando estaban de moda y se pagaba en pesetas.


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