viernes, 14 de julio de 2017

¡Payasos!

He abierto la nevera y Pascualita ha saltado dentro. Esto no puede seguir así o el día menos pensado me encontraré al bicho convertido en cubito para el chinchón on the rock. Solo faltaría que le tocase a la Cotilla. Estaría feliz porque la sirena le serviría de tapa... ¡puag! ¡que asco ser comida por la Cotilla!

En cambio Pepe ni pía ni muge el hombre. Se pasa el día en la cocina, sobre el estante y no se queja de nada, ni siquiera cuando enciendo el horno y la temperatura sube bastantes grados. Es más bueno que el pan de molde, así que no creo que lo matara su mujer por serle infiel... Claro que quizás la infiel fue ella y el amante se lo cargó, luego redujo su cabeza al tamaño de un llavero y se lo regaló a su amada ¡y la amada en cuestión, lo lanzó lo más lejos posible! Y así fue dando tumbos la cabecita  hasta caer en manos del señor Li que la puso a la venta en su tienda y la abuela se la compró.

De repente me di cuenta de que había ideado una historia congruente sobre Pepe; una más, pero no parecía descabellada, así que corrí al teléfono para contársela a la abuela. Se puso Geoooorge - Mi no saber si estar madame. - ¡Claro que lo sabes, inglés. Dile que se ponga! - Sorry, you no mandar a mi. - ¡Que se ponga ya o se me olvidará la historia! - Me tuvo un rato al teléfono mientras él, estoy segura, se tomaba un te con total parsimonia. Por fin escuché la voz de la abuela. - "Espero que sea algo importante lo que quieres decirme porque estoy en plena operación cazamillonarios." - Es una nueva teoría sobre Pepe... - "¡Lo tengo, lo tengo, lo tengooooooooo!" - ¿Al millonario? - "Lo tengo en el punto de mira" - ¡Abuela! ¿vas a matarlo? - "¿Estás tonta? No ha hecho testamento a mi favor."
No me hizo ni puñetero caso y acabé colgando el teléfono.

Dispuesta a sufrir en silencio mi decepción, preparé un gran chinchón on the rock, lo repartí en dos vasos, uno para Pascualia y otro para mí. La sirena no puso pegas a meterse en el líquido frío y poco después le entró hipo. Después del primer sorbo paseé la vista a mi alrededor y quedé patidifusa. La Cotilla, sin mi permiso, había montado un altar a los Amigos de lo Ajeno. Esta vez las fotos eran de los ex tesoreros del PP. Quise castigar la desfachatez de la vecina y tirarlo todo por la ventana pero lo pensé mejor y me distraje con sus fotos durante un rato, entre sorbito y sorbito de chinchón

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Esto.... se me olvidó preguntarte si podía poner... - Sí, Cotilla, ya lo he visto y me parece bien. - La mujer parpadeó perpleja. - ¿En serio? - y entró en la salita. De repente se oyó un grito de agonía - ¡Nooooooooooooooooo! ¡Eso noooooooooooooo! Las caras serias de las fotos se habían convertido en caras de payasos gracias a mi arte con las pinturitas y al circo que montaron ante la Comisión del Congreso.


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