domingo, 18 de junio de 2017

Morreo centenario.

Esta mañana por poco me ingresan en la UCI de la impresión que me he llevado cuando, al salir del baño, me he dado de bruces con la Momia y mi primer abuelito, pegados como lapas y dándose un morreo que hasta el Misterio ha temblado.

Y lo peor ha sido ver los restos de los últimos caracoles que comió él, paseándose por sus intestinos hasta caer al suelo. ¿Es necesario que los fantasmas sean transparentes? ¡Que asco!

Cuando me vieron se apartaron ráudos, como dos adolescentes pillados in fraganti. Luego, dándose cuenta de sus edades volvieron a la carga partiéndose de risa. - ¡Ay, nena! Tu abuelito es una maravilla de persona. - Y usted una aprovechada. - ¿Celosilla? Pues ajo y agua que para cuatro días que me quedan en el convento no voy a ponerme mojigata. - ¿Qué dirá Andresito si se entera? - Que diga lo que quiera que ya es mayorcito. - Y siguieron a lo suyo.

Pensé en contárselo todo a la abuela. Al fin y al cabo es la mujer del novio de la bisabuelastra pero no tuve tiempo porque llamaron a la puerta. Era la policía en busca de Andresito, al que se llevaron esposado y con cara de pocos amigos.

Horas más tarde vinieron a por la Cotilla. - "¿De qué acusan a mi marido?" - De fogosidad. - "Eso sí, Mi Andresito es una fiera y cuando toma una de las pastillitas azules¿Y a la Cotilla?" - De conseguidora. - "Eso no me extraña porque siempre esta trapicheando" - ¿Usted sabe cosas? - "¡Ya lo creo! - Media hora más tarde, también se la llevaron detenida.

Fue un alivio ver la casa vacía aunque Geoooorge, que parecía un alma en pena, sin nada que hacer más que pensar constantemente, si habían hecho bien sacando a Inglaterra de Europa. Su cabeza era una enorme flor a la que cada minuto, arrancaba un pétalo que decía sí y otro que no. Al final nunca llegaba a un acuerdo y se sentía muy desgraciado al no saber si tendría que seguir bebiendo té o cambiar al café.

La noticia salió en el periódico. ¡Detenidos los cabecillas del envenenamiento de la Torre del Paseo Marítimo! - ¡No puede ser que digan eso! Están devaluando el valor de la casa ¡Os demandaré, malditos. Os demandaré! (grité al periódico como si pudiera oírme)

Como, de momento no podía hacer nada, me senté con Pascualita entre las manos y nos tomamos unos helados mezclados con chincón ¡Mano de santo, oiga!

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