jueves, 1 de junio de 2017

Me presento.

Cuando se me pasó el soponcio, llamé a la abuela y con los nervios que llevaba encima, me costó mucho que me entendiera. - ¡Havenidohavenidohavenidooooooooooooo! ¡Quesísisisisisisisisisiiiiiii! - "Te tengo dicho que no bebas chinchón a todas horas" - ¡Noooooooooooooooestáquíquíquíiiii! - "¡Cuando se te pase la borrachera, llámame! Estás peor que el borracho de Sevilla que preguntaba si había llegado a Badajoz!" - ¡NOOOOOOOOOOOcuelguesporfiporfiporfiiiiiiiiii! - "¿Por qué hablas con la i?... ¿Has visto un fantasma?" - ¡¡¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! - "¡Que manía has cogido, coñe!" - Y colgó.

Me volví hacia mi abuelito y no lo vi. Respiré hondo. Todo había sido fruto de mi imaginación espoleada por los temores de Bedulio. Marqué de nuevo el número de la abuela y cuando iba a hablar, la cara del abuelito primero se pegó a la mía. - ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!

- "¡Andresito, ves a ver que le pasa a la Nena. Está más rara que de costumbre. Y quítale la botella de chinchón!" - La abuela había dado una orden y Andresito no pudo hacer otra cosa que protestar y obedecer.

Decidí que ya que mi primer abuelito estaba en casa, lo mejor era presentarme. - Ho... la. Soy tu... nieta. - La cara se apartó un poco de la mía para mirarme, pero sus facciones eran planas y no revelaban ningún sentimiento. - ¿Te vas a ... quedar mucho... tiempo por aquí, abuelito...? - Su mirada, que helaba la sangre verla, se dirigió hacia el comedor. - ¿Buscas a... la Cotilla? No está muy... bien. Se ha impresionado al verte... - Pero no buscaba eso. Se apartó de mi y se desplazó, sin tocar el suelo (¡siempre he tenido ganas de hacer esto pero no me sale!) y pegó su cara al acuario. Esto me llevó a pensar que era corto de vista.

He oído historias de fantasmas decapitados pero cortos de vista... creo que no. Me alegré de que mi abuelito fuese distinto a los demás.

Pascualita, curiosa, subió a la superficie para examinar al desconocido. No debió gustarle su aspecto y saltó fuera del agua, con los dientecitos de tiburón hacia adelante, para hincárselos en la cara pero... solo encontró un vacío y se pegó una costalada contra el suelo que por poco hace saltar las baldosas. Bizqueó desconcertada y atacó de nuevo, esta vez a las piernas donde tampoco encontró ni huesos ni chicha.

La puerta de la calle, al cerrarse, me avisó de la llegada de Andresito. Cogí a la aturdida Pascualita por la cola, la volteé y lancé al fondo del acuario donde se escondió, avergonzada supongo, entre las algas.

Andresito se interesó por mi salud, después cogió la botella de chinchón y llamó a la abuela. - Misión cumplida, cariño. La Nena está como siempre y el chinchón requisado ¿Nos vemos en El Funeral? - Y se marchó sin que me diera tiempo a contarle nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario