miércoles, 7 de junio de 2017

¡Guarro!

Estoy compartiendo mi cama con cuatro personas, más las cuatro que duermen bajo la cama y dos dentro del armario empotrado, sumamos diez. Nueve personas que nos han alquilado un sitio para dormir (no especificaron cuál, así que...) más los que hay repartidos entre el cuarto de la abuela y el que usa la Cotilla... 27. Más los que se acomodan en el sofá de la salita (2), uno en cada butaca, (2) sobre la alfombra (6) En el comedor hay por lo menos (6) y (4) más entre el pasillo y el balcón. Total, 43 turistas que aportan sus divisas a nuestra escasa economía.

He llamado al Ayuntamiento para que vengan a limpiar la escalera. - ¿Por qué no la límpia usted? - me ha dicho con desparpajo la funcionaria que me ha cogido el teléfono. - Porque es cosa de ustedes, señorita. La escalera es lo primero que ven los turistas al llegar y, ahora mismo, ofrece una mala imagen ¿quiére que vayan contándolo en su País? Eso es propaganda negativa para nosotros.

- ¿Tiene usted permiso para alojar a ésta gente en su casa? - ¡Claro! Yo les he dado permiso sino no, estarían aquí. - ¿Y a usted quién se lo ha dado? - Me lo he dado yo misma que para eso el piso es mío. - Por lo que veo, es candidata a recibir una de éstas multas gordísimas que estamos tramitando estos días. - ¡Ustedes lo que tienen que hacer es ayudar a quienes ofrecemos albergue al peregrino! - Y colgué el teléfono porque la funcionaria me estaba poniendo de los nervios.

De repente dio un grito. Uno de los guiris se había lavado la cara en el acuario y ahora estaba meando dentro- ¡Aaaaaaaaaaah! ¿Qué haces, guarreras? - corrí hacia él, le empujé y cayó dentro del acuario quedando empotrado porue el tío era más ancho.

Pascualita que dormía a cola suelta, subió a ver qué pasaba y se encontró con un objeto taponando la salida. Enfadada por éste contratiempo, mordió. Una y otra vez, mordió. Y los gritos y lamentos del huésped se oían de esquina a esquina. Toda la casa se puso en pie de un salto. Agarraron maletas y mochilas y salieron corriendo como alma que lleva el diablo. A penas tuve tiempo de dar el tirón definitivo a Pascualita porque, el primero que salió por la puerta, fue el meón, en contraste con la sirena a la que se veía feliz masticando un trocito de carne fresca.

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