martes, 6 de junio de 2017

Alquiler turístico.

Venía de dar una vuelta con Pascualita cuando encontré colapsada de gente, la entrada de mi finca - ¿Qué ha pasado? - pregunté a una señora a la que no conocía de nada. Me miró y pasó olímpicamente de mi.

Maletas con ruedecitas, mochilas, grandes bolsas, botellas de refrescos, vasos de cerveza por los suelos, gritos de niños que hablaban una jerga que no entendía. Mayores que se peleaba, otros que procuraban guardar la verticalidad pese a la cogorza que llevaban... Apreté contra mi el termo de los chinos donde llevaba a Pascualita y emprendí la difícil hazaña de llegar al primer piso.

Tarde más de una hora: fui pisada, escupida, empujada, arrastrada bajo un bosque de piernas blancas, maldecida, arrollada por las maletas con ruedas... en fin, un horror. Eso fue lo que sentí al ver la puerta abierta de par en par y la casa llena a rebosar de la misma gente que llenaba la escalera. De repente una voz conocida - ¡Vente para la cocina, boba de Coria! - ¡¿Cotilla?! - ¡Corre, antes de que te quiten el sitio!  - ¡¿Qué es todo ésto?! - ¡Turistas! (hablábamos a grito pelado para hacernos oír entre tanto jaleo) - ¡¿Por qué están aquí?! - ¡Les he alquilado unas habitaciones... y se me ha ido la mano! - ¡¿Todas las del Palacio de la Almudaina?! - ¡No, las de tu casa y la mía!... - ¡Eso son seis! - ¡Y los balcones..., las despensas..., los pasillos..., en los comedores cabe bastante gente... - ¡¡¡COTILLA, ECHELOS FUERA DE AQUIIIIIIII!!! - ¡No puedo. Han pagado por adelantado!

Las sirenas de la policía añadieron jaleo al jaleo. Vi a Bedulio echándose las manos a la cabeza sin saber muy bien qué hacer.

Poco a poco, llegué hasta la Cotilla que, a pesar de los pesares, estaba feliz. - ¡¡¡LLEGARE, SIN PROBLEMAS, A FIN DE MES!!!

En la escalera había una batalla campal. Los vecinos empujaban desde arriba y los municipales desde abajo, en medio estaban los turistas en plan sandwich. De repente, la calle se llenó sirenas de coches de policías, guardia civil, el ejército de tierra, las ambulancias, los bomberos. El ruido era ensordecedor ¡Todo el mundo estaba con mi calle intentando sacar a los turistas que se negaban a irse porque ¡habían pagado su alojamiento!

Yo no sabía qué hacer. No podía quedarme allí viendo como destrozaban mi casa. Pensé en sacar a Pascualita y dejarla caer en el cogote de los más cercanos pero en seguida rechacé la idea. La sirena podía morir a consecuencia del "EXITO" de la Cotilla. Llamé a la abuela y le pedí asilo en su Torre del Paseo Marítimo - "¡Ni hablar del peluquín! No me habéis incluido en el negocio pues, ahora, a pencar con el problema!" - Y me colgó el teléfono.

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