miércoles, 3 de mayo de 2017

A tantas por habitante.

He tenido una mañana muy tranquila porque, ni la abuela ni la Cotilla, han aparecido por casa. Es muy agradable no oir recriminaciones por todo lo que hago y encima me producen estres, sobre todo la abuela con el tema del biznieto. Que más quisiera yo que tener uno, así tendría asegurada la Torre del Paseo Marítimo pero las cosas son como son y yo seguiré poniendo todo de mi parte... o un tanto por ciento... En fin, algo pondré.

Pascualita estuvo jugando mucho rato con Pepe, menos mal que la cabeza reducida tiene la boca cosida y ya dicen que en boca cerrada no entran moscas, ni agua del acuario y no se ha ahogado... aunque tampoco podría porque el agua saldría por abajo. Me preocupaba más que se oxidara el llavero.

Hemos desayunado los tres juntos y Pascualia ha podido disfrutar de sus saltos mortales en la taza de cola cao. Voy a enseñarle a limpiar lo que ensucia porque ya estoy cansada de hacerlo yo. Le he dado un trapito para que me imite.

Estaba yo en plena faena cuando me he vuelto para ver lo que hacía, se había comido casi todo el trapo. - ¡No, Pascualita, eso no se come! ¡Es para limpiar! Mira cómo lo hago yo. - Me ha mirado fijamente con sus fríos ojos de pez, al cabo de unos minutos ha hecho la señal de OK. - ¡Eso es! ¡OK! Ahora hazlo tú. - Reptó hasta mi y de un tirón me quitó el trapo, se lo llevó a la boca y se lo comió. Incluso se relamió y eruptó porque el trapo sabía a cola cao. Creo que necesita más lecciones. Un día no le basta pero si sigue comiéndose los trapos me desnivelará el presupuesto.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Mira que animalitos más graciosos traigo! - La Cotilla dejó un objeto en la mesa del comedor, que traía tapado con una tela. La quitó y apareció una jaula con tres ratas de reglamento - ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHGGGGGGGGG!!! - ¡Calla, loca, que las asustas! - ¡Son ratas! - Mira qué lista eres, lo has adivinado a la primera. - ¡Ya se las está llevando de aquí!

El corazón me iba a cien por hora por dos motivos: el primero era la visión de las ratas y el segundo, tan desagradable como el otro, era sentir el movimiento de Pascualita en el escote. La metí deprisa y corriendo cuando entró la Cotilla.

- No pienso llevármelas. ¡Son Mis ratas! tocamos a unas cuantas por habitante y yo voy a encargarme de criar a las mías. Tu tendrías que hacer lo mismo con las tuyas. - ¡Lo que hay que hacer es matarlas! - ¡Hala, ya lo has soltado! ¿Y tú eres la defensora de los Animales?... Aunque, bien pensado... ¿A cuánto pegarán los peleteros las pieles de rata? - ¡Ay, Cotilla!

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