sábado, 29 de abril de 2017

A la Nieta la llaman Doña Avios.

Las conversaciones de esta mañana en el mercado eran de puro invierno. - ¡Caray, que frío hace! - Huy, yo estoy heladita. - Pónme avios para hacer un buen caldo (le he pedido al carnicero) -  Se lo pido así, en conjunto, porque nunca me acuerdo de todo. A veces se me olvida el pollo o la gallina... Por cierto ¿qué diferencia hay entre ellos? No me atrevo a preguntarlo a la abuela para que no me ponga de vuelta y media: Ambos tienen dos patas, un pico, plumas en cantidades industriales, cosas rojas colgando por la cara... ¿cresta? No sé porque la llamarán así. ¿La cresta no es ese pelo engominado y de colores que llevan los punkis en lo alto de la cabeza?

Todo esto se lo he contado a Pascualita mientras metía los "avios" en la olla... - ¿Ahora no recuerdo si tengo que poner agua... ¿o era vino blanco? ¡Jopé! nunca me entrarán en la cabeza tantas cosas juntas. Yo quería ser como Arguiñano. Salir en la tele y presentar recetas de cocina. O sea, leerlas y que las hiciera otro en una cocina de diseño donde yo me pasearía, libro de recetas en mano, luciendo un vestido de Vitorio y Luquino. Y un delantal de modelo exclusivo. Eso sí que se lo comenté a la abuela y lo que hizo fue reir y reir hasta que le dolió la barriga y me mandó a freir espárragos. ante la duda, pregunté: - ¿Los espárragos se fríen? - Llevé un morado en la frente durante dos semanas. El pico de un grueso libro de cocina que me tiró, chocó ahí.

Es difícil a veces hablar con ella. Tiene unos prontos que me descolocan o me dislocan y tengo que acudir a la la Casa de Socorro. Ahora tengo delante de mi a Pepe y a Pascualita. Nadie los iguala escuchándome... pero me quedo sin respuestas si les pregunto algo. Que digo yo que la sirena debe saber cocinar porque los veinte años ya no los cumple éste bicho. Algo comería en su hábitat, digo yo. Ayer quise hacer una sopa de pescado. Al pescadero que me despachó le pedía "avios para un caldo de pescado"  Y salí del mercado con la bolsa cargada y la cartera vacía. ¿Qué me puso éste hombre?

He tenido que coger una olla grande que se dejó la abuela aquí cuando se fue a vivir a la Torre del Paseo Marítimo y que, a veces he pensado usarla como acuário para la sirena. Es que los avios que me dieron no cabían en otro sitio... Aunque, finalmente, usé otra mucho más pequeña. En cuanto me metí en la despensa ella saltó de la mesa de la cocina al fregadero y allí, engulló todo cuanto pescado le cupo en el buche. Cuando la vi me asusté. - ¡Este hombre (el pescadero) me ha puesto una cría de ballena!

Se quedó dormida como un ceporro haciendo la digestión. Poco a poco, los jugos gástricos hicieron su trabajo y la barriga se deshinchó lentamente... Por cierto, Pepe acaba de guiñarme un ojo... o lo que sea que tiene ahí.

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