viernes, 31 de marzo de 2017

Hubo revancha.

- ¡¡¡Abuela, ven corriendo a mi casa!!! - "Que tripa se te ha roto ¿No ves que son las ocho de la mañana y yo he vuelto de El Funeral hace solo tres horas?" - Déjate de monsergas ¡y corre, que va a venir el señor Li, el de la tienda de los chinos! - "Es que el señor Li es chino y da la casualidad de que tiene una tienda, boba de Coria" - ¡Quiere comprarme el piso! - "¿Cómo lo sabes?" - Me lo ha dicho esta madrugada, a las cinco... y lo he mandado a paseo. - "Tú siempre tan diplomática. Así ni tendrás novio ni harás negocios... ¿Para qué quiere el piso? ¿No será para poner un puticlub?" - ¡Y yo que sé!

Media hora después Geooooorge aparcó el rolls royce en la parada del bus y la abuela entró en casa como un basilisco - "¿A ver, qué te ha dicho ese hombre?" - A las horas que me ha llamado el cerebro no me funcionaba muy bien... - "Y ahora tampoco, no te tires pegotes" - He entendido algo de CASA y COMPRA. - "¿Y después. qué?" - Me he dado media vuelta y me he dormido otra vez... ¿Qué querías que hiciera?

Desayunamos con Pascualita. Anoche la pude coger de la rama del árbol donde había aterrizado. Estaba un poco perjudicada porque los gorriones le dieron de picotazos hasta en el carnet de identidad, pero unas horas durmiendo en su acuario le han ido muy bien. Tiene moratones en todo el cuerpo que, sumados a su color habitual amarillo-verdoso, está para una foto.
Ha tomado el desayuno con su "educación" habitual y ahora la cocina está bañada en cola cao. La abuela me lo recrimina pero se le escapa la risita orgullosa cuando la ve hacer saltos mortales dentro de la taza.

La llamada al timbre de la puerta anunció al señor Li. - Hola a todas. Yo tenel plisa. Decil todo seguido: ¡Quelel complal este piso! - "¿Para qué? - A mi gustal. - "¡Mentira cochina!" - ¡Abuela, no me espantes al comprador! - "Calla y espera porque aquí hay gato encerrado... Vamos a ver, Li, no me cuentes cuentos chinos" - ¡Ah, se siente! Yo no sabel otlos. Pelo yo venil a complal. Tlael dinelo, ¡Milal - Nunca había visto un fajo de euros tan grande. - "Me estás mintiendo, Li porque ésta birria de piso no vale tanto." - ¡¡¡Abuela, déjale que me los de!!!

Dejó el dinero frente a mi, en la mesa del comedor y me puso en un brete porque yo no sabía si cogerlo, o no. - "¡No lo toques! - ¡Tu cogel! - "¿Qué vas a montar aquí?" - Nada. - "¿Un casino clandestino?" - Noooo. - "¡Dime la verdad o no hay piso!" - El chino se lo pensó... poco. - A mi piso no impoltal. ¡No gustal! Yo quelel albol - Quedamos desconcertadas... ¿Porque nos habla en chino? - Chino, no sel. - ¿Manchú? - Yo decil albol... ¡Albol... ALBOOOOOOL! - ¿Ve como está hablando en chino? No entiendo nada.

El hombre hizo esfuerzos por ser más claro. - Mi gustal albolito de calle. Debajo ventana... ¿Entendel? - "¿Quieres decir... ARBOL?" - El señor Li dio saltos de alegría. - ¿Prefiere el árbol a mi casa? ¡Pues, anda y que le den! - "No seas grosera, nena" - "¿Por qué quieres el árbol, Li?" - Polque vivil allí pájalos con muslos como de gallina, Nunca vel nada igual. Yo hacelme lico, ¡mucho más lico!

La abuela me hizo un gesto y después de echar al señor Li con la promesa de que le daríamos una respuesta rápida, nos asomamos corriendo al balcón y efectivamente, algunos gorriones andaban raro porque sus patas tenían el tamaño de los picantones. Nos miramos, asombradas y gritamos a la vez: - ¡¡¡PASCUALITAAAAAAAAAAAAA!!! - Nos dimos cuenta de que los picotazos no les salieron gratis a los pajarillos
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