martes, 7 de marzo de 2017

Cebando a la Nieta.

Después de meditarlo con la almohada, la abuela ha decidido dejar en suspenso mi ejecución. Dice que dependerá de mi comportamiento que me perdone o no. Pero yo tengo el pálpito de que me está reservando para una comida importante porque no deja de darme cosas ricas para comer ¡Me está cebando!

Ya sé que  no debería caer en su trampa y hacer régimen severo pero soy débil. Lo reconozco. Es ver un bocadillo de sobrassada y babear a baba tendida. Así que cuando me hace comidas especiales no me puedo aguantar. Quizás la culpa de que me comporte así sea de Pascualita. Ya son varios los años que está con nosotras, viendo, día a día, como no le hace ascos a nada.

Para salir le dudas le pregunté al abuelito, de sopetón para que no tuviera tiempo de pensar la respuesta. - Abuelito ¿tú me comerías? - Me miró de arriba abajo, levantó la vista hasta mi cara y dijo: - Si tuviera treinta años menos y no hubiera conocido a tu abuela, ten por seguro que sí. - No me convenció la respuesta e insistí: - ¿Me comerías con cuchillo y tenedor? - ¡Caray, nena, que morbosa eres! ¿así que te gusta jugar en la cama? Nunca lo hubiera pensado. Se te ve tan... tan... sosita jejejejeje No te ofendas pero es lo que dice tu abuela. - Te estoy hablando en serio. Se trata de comerme guisada con patatas o al horno con boniatos... - Estamos apunto de rebasar la delgada línea roja que separa lo lícito de lo ilícito entre parientes y a mi mujer no le gustaría, así que mejor me largo...

El olor de una ensaimada con pimientos asados hizo que mis jugos gástricos dieran saltos de alegría. La abuela ha venido cargadas de avíos para una paella de mariscos, que estaban aún vivitos y coleando. Se ha puesto el delantal, ha colocado a Pascualita sobre el salero de la cocina y ha empezado a contarle la receta de la paella para que, cuando vuelva a su hábitat, la prepare en el fondo del mar que es donde está el marisco más barato.

- ¡Avemariapurísmaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Ya me parecía a mi que olía a paella! - Esta mujer tiene un chip en el cerebro que la avisa cuando hay comida cerca, aunque no esté ni empezada. - Es un don que Dios me ha dado, envidiosa... Por cierto, traigo un sofocón y una taquicardia como un piano... Acércame el chinchón , a ver si con unos tragos se me va todo. - Haber cuándo se trae una botella, caradura. - Algún día habrá suerte y encontraré alguna en los contenedores de barrio rico.

La abuela salió de la cocina al oír a la Cotilla para, disimuladamente, meter a Pascualita en el acuario antes de que la Cotilla la viese pero la sirena no tenía ningunas ganas de entrar "en casa" y saltó fuera del agua. Y así se pasaron un ratito: una metiéndola en remojo y la otra saltando fuera. Hasta que la sirena se cansó de tanta monotonía y nos hizo una exhición de saltos mortales que dejaron medio comedor empapado. A todo esto yo tenía entretenida a la Cotilla con una discusión.

- ¿A quién se le ocurre salir a la calle con una falda de vuelo, plisada, en pleno vendaval? ¡Pero si tenemos unas olas que sobrepasan el Palacio de Congresos! - Acababa de encontrarla en un contenedor y me gusta estrenar la ropa enseguida. Cuando se me ha levantado la falda hasta las cejas me ha echo gracia porque parecía Marilín Monroe ¡y hasta me han aplaudido! Pero todo cansa y he acabado dándome contra las farolas porque no veía nada... ¿Has oído un ¡CHOF! - No cambie de conversación para irse por las ramas. - La Cotilla le dio un tiento al chichón - A ver si así... (dijo, temerosa)

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