sábado, 4 de febrero de 2017

¡Todo tiene su nombre!

He tenido un día intenso. Me he levantado tarde... demasiado tarde, creo, porque esperaba que me llamara la abuela a los horarios intempestivos a los que me tiene acostumbrada pero... no lo ha hecho. Y por eso he tenido dolor de cabeza casi toda la mañana. En fin, un día raro hasta que se me ha ocurrido ponerme a pensar... en nada concreto. Solo a pensar.

Pero no se me ocurría nada. Y he entrado en fase de aburrimiento supino. Así me he tirado un buen rato hasta que se me ha ocurrido combatirlo de la manera clásica: hacer idas y venidas de la nevera al sofá de la salita. Y viceversa. Me he puesto como un cerdo. Para no pasar sed bebía chinchón.

Después me he dormido al sol sentada en el balcón hasta que una piedra me ha dado en la cabeza, despertándome. De un salto me he agarrado a la barandilla y gritado tacos, a cual más arrabalero, contra él, o la, hijo de mala madre. Una vecina me lo ha recriminado. - ¡Que boca, por favor! ¿No te da vergüenza? - ¡Si supiera quién ha sido se lo diría particularmente! Pero no creo que salga el valiente. - Pues ha sido el hijo del tendero, que tiene muy buena puntería. Se lo ha pedido su padre para que no siguieras dando el concierto de ronquidos ¡Hija de mi vida, se te oía en toda Palma!

- ¡¿Estás diciendo que tendré que dar las gracias a estos dos figuras por descalabrarme?! - No seas exagerada que no ha sido para tanto. - ¿Y si ronco, qué? ¡Estoy en mi casa y al que no le guste, puerta! - ¡Vale, desagradecida. La próxima vez dejaremos que hagas el ridículo hasta el fondo!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿A qué vienen estos gritos? - A lo meticona que es la gente ¡Ni roncar puede una en su casa! - No te ofendas, boba de Coria, pero es que lo tuyo es de Juzgado de Guardia,  - ¡Que sabrá usted, Cotilla! - Claro que lo sé. Por eso me fabrico tapones de cera cuando duermo aquí.

- ¿Qué hacías en el balcón? - Pensar. - ¿Así llamas a quedarte traspuesta? - ¡Cotilla, no me caliente! - ¿Y en qué pensabas? - En los nombres de las cosas. Que inteligentes eran los antíguos que le ponían  nombre a todo. Cualquier cosa tiene su nombre, cualquier movimiento, ¡Todo!... Por ejemplo, pozo. - ¡Ya ves tú! cualquiera, cuando ve un pozo, dice pozo. - Pero se le tuvo que ocurrir. Y a partir de ahí el pozo se fue llenando de nombres: brocal, cubo, la polea... y muchos más. Cada elemento tiene el suyo. ¿Se imagina si yo hubiese nacido en la Antigüedad? También le habría puesto nombre a las cosas, a la silla, por ejemplo: el asiento, el respaldo, travesaño... - ¿Se te habrían ocurrido A TI? jajajajaja ¡Ni harta de chinchón! - ¡¡¡COTILLA!!!

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