miércoles, 15 de febrero de 2017

El marciano.




El bicho verde se ha quedado en casa. Lo primero que hizo en cuanto yo cerré el balcón para que no se escapara, fue inspeccionarlo todo. Hasta el último. Después centró su interés en la pantalla del televisor, estuvo un rato pendiente del programa de higadillos donde todo el mundo grita mucho y hablan de cosas que no nos importan y acabó dormido.

Fue entonces cuando pude observarlo con más detenimiento. Parecía un hombre pequeño, raro eso sí, pero con forma de hombre... verde. Por eso dejé de pensar en él como "bicho" y pasé a hacerlo como MARCIANO. ¡Tenía un marciano en casa! ¡Y una sirena, más una cabeza jivarizada! más dos fantasmas que, a veces, reaparecían: la Retatararetatara y la Kika, la gallina que murió con ella.

Cualquiera que me visitara pensaría que soy una vieja solterona que vive una vida estéril y solitaria y no podría estar más herrado. ¡En casa éramos cinco! Más la Cotilla y el ánima de mi primer abuelito que también rondaba por aquí según los miedosos.

El primer día, el marciano fue acostumbrándose a nosotros, sobre todo a Pascualita. Se sentaron en el borde del acuario, mirándose fijamente durante un buen rato. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¡Aaaaaaaaaayyyyyyyyyyyy, un mosquito enorme! ¡MATALOOOOOO! - Estaba visto que estaba rodeada de sádicos.

Cogí a Pepe y juntos vimos la evolución de la amistad entre un mini hombre verde y un bicho mitad mujer, mitad sardina. Eran una pareja tal para cual. Saboreaba mi copa compartida con Pepe, untándole la boca con gotitas de chinchón cuando, de pronto, Pascualita saltó sobre el marciano y se lo zampó. - ¿Qué ha... sido esto? (gritó la Cotilla) ¿Tu abuelito otra vez?

Sentí mucho la desaparición de novio de Pascualita y más lo sentire cuando me toque aguantar las letanías de la abuela al saber que, de nuevo, no hay biznieto a la vista.

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