martes, 3 de enero de 2017

Pascualita no puede estar en casa.

No duermo tranquila pensando que soy espiada en mi propia casa. Y lo peor es que no se lo puedo contar a nadie porque no me creerían. Hablar de que una vieja vecina, una retatarabuela antiquísima y una kika del mismo tiempo. y que, además son invisibles y pasean a su anchas por aquí, me hablan, se ríen en mi cara..., podría suponer el tener que llevar, de por vida, una camisa de fuerza.

Estoy sufriendo la metamorfosis de toda la vida cuando llegan éstas fechas. Me convierto en una niña, loca porque lleguen los Reyes Magos y me traigan lo que pida. Este acontecimiento me tiene en ascuas. Mis nervios están tan tensos que, incluso Robin Hood daría su aprobación.

Y tenía un gran problema porque no podía acercarme al acuario de Pascualita. Desde su posición entre dos años, la Cotilla lo veía todo y yo no sabía qué hacer para que no se muriera de hambre. Esta mañana, al pasar junto al acuario, me tiró chorritos de agua envenenada. Después enseñó la dentadura y adiviné que quería decirme: ¡Tengo hambre!

Mirase dónde mirase, siempre tenía tres pares de ojos fijos en mi. Por eso me la jugué. Le pedí a la Retatara que distrajera a la abuela porque tenía algo importante que hacer y no había manera de quitármela de encima.

Poco después las tres fantasmas estaban reunídas en cónclave y distraídas con una discusión. Aproveché la ocasión y di de comer a Pascualita que, a punto estuvo de comerme una mano. Menos mal que fui más rápida y todo quedó en un chasquido al sonar sus dientes entre sí.

La sirena no puede seguir en casa porque puede ser descubierta en el momento menos pensado. De modo que hablé con ella. - Ya puedes venir a llevarte a quien tú sabes. - "Imposible! Me pillas en pleno ajetreo preparando las carrozas que acompañarán a los Reyes" - ¡Conmigo no puede estar!
- "¡Conmigo tampoco!" - ¡¡¡PUES, A VER QUÉ HACEMOS!!!









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