martes, 31 de enero de 2017

Mis dos cuentos.

Llevo un trancazo que me tiene postrada en el sofá. Desde aquí hago un llamamiento a la Casa Kleenex para que me mande tonelada y media de pañuelo porque no doy abasto. En compensación les haré propaganda en cualquier sitio donde me encuentre ... ¡¡¡¿ME HA OIDO, SEÑOR KLEENEX?!!!

Entre lagrimeo y mocos estoy hecha un cromo. Al final la aspirina me ha devuelto, casi, a la normalidad. Y he aprovechado para buscar un libro que me entretenga porque ya no aguanto más la televisión.

En una fila secundaria de la librería he descubierto ¡dos cuentos que me regalaron cuando era pequeña! Y se los he enseñado a Pascualita.

Delante de sus ojos saltones de pez estaba Nana Manur. Una hermosa muchacha, expléndida a pesar de los años que han pasado desde que dejé de verla, nativa de los Mares del Sur. La sirena se ha enderezado al ver la playa de arena fina, hecha de restos de cochas, corales, careys... blanca como los dientes perfectos de Nana Manur. Un poco más atrás el mar azul y transparente, nos llamaba: ¡Alohaaaa!... ¡alohaaaaa!...

Pascualita quería entrar en aquel Paraíso. Y no pude retenerla. Impulsándose con la cola entró de cabeza en el mar. - ¡¡¡Oh, nooooooo!!!  (La abuela me matará. - pensé)  Nana Manur vino a mi encuentro, balanceando suavemente, su falda de paja y el pelo adornado con dos flores de ibisco rojas. - Vamos, entra (su voz era pura melodía)

Tomándo mi mano avanzamos juntas hasta la orilla del mar. ¡Y allí estaba Pascualita! Esperándome para enseñarme su hábitat. Bajamos a toda velocidad hacia el fondo del mar. Por lejos que estuviera la superficie, desde allí abajo se veía el cielo azul. Recorrimos los barrios marinos donde Pascualita pasó su infancia. Me presentó a amigos y conocidos. Pasamos una velada muy agradable con todos ellos.

Volvimos a la playa. Nana Manur tocó el ukelele y bailamos. Pascualita, más que bailar, se rebozó en arena. - ¡Qué sitio más bonito! (grité, entusiasmada) - Es Mallorca. - Pero... ¿no estamos en los mares del Sur? - Claro, siempre hay un Sur. (me dijo ella y desapareció bajo una ola)

El rebuzno de un burro llamó mi atención. El señor Iriarte me habló de él: Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por casualida. Una flauta en ellos halló que un zagal, se dejó olvidada por casualida. Acercóse a olerla el dicho animal y dió un resoplido por casualidad . ¡Oh!, dijo el borrico ¡que bien sé tocar. Y dirán que es mala la música asnal... - Miré al animal. Estaba muy orgulloso de sí mismo, con una ceja levantada  y golpeándome el pecho con una pata... - ¡¡¡YA VALE!!! (le grité) - "¡Despierta de una vez, boba de Coria! ¿Cuántas aspirinas te has tomado?"- Abuela... ¿qué haces aquí? - Miré al rededor. Todo había desaparecido, salvo Pascualita, yo y el puñado de arena fina que tenía en la mano.


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