viernes, 13 de enero de 2017

La Cotilla oye campanas.

Estoy entre dos fuegos. Por una parte, la abuela quiere convencerme de que Pascualita haga un buen trabajo con el trasero de la Momia. - ¿Y si se muere de dolor? (pregunto, angustiada) - "No se morirá, mujer... Y si ocurriera pues... yo sería la dueña de la Torre del Paseo Marítimo" - ¡¡¡Abuela!!! - ¡"Es una suposición, boba de Coria!"

Por otro lado, la bisabuelastra me apremia para convertir su escuálido y apenas perceptible trasero, en algo digno de verse y tocarse. - No quiero ser menos que mis cubanitos. - Ellos enfermaron...- ¡Bha, una tontería que se arregló con unos días en la UCI. - ¿Te parece poco? Además, el tratamiento es experimental... Tal vez no dure mucho el efecto... - ¡Me da igual! Quiero tener un buen "cojín" donde sentarme. - En los mercadillos venden algunos preciosos... - ¡Que sea mío! - Claro, si lo pagas lo será. - ¿Me estás diciendo que quieres cobrar? - ¿Yooooooooooooo? ¡NO! - Tienes razón, nena. El trabajo se paga... ¿Qué te parecen treinta  mil euros?

Me dio un soponcio. Menos mal que siempre tengo el chinchón a mano y después de darle unos  tientos a la botella, me recuperé. Entonces vi a la Cotilla. Estaba en el umbral de la salita, mirando con ojos desorbitados, ahora a la Momia, ahora a mi. Y supe que nos había oído.

Cuando pudo pronunciar palabra, me dijo: - Si tu tienes reparos, lo haré yo. No será la primera vez... ¡¿A quién hay que matar?! - ¡¡¡Cotilla!!!


La Momia, aturdida, se encaró con ella. - ¿Tú también sabes lo del "cojín"? - Claro. Lo he visto hacer en muchas películas. No parece complicado. Se espera a que la víctima se duerma para ponerle el cojín en la cara, luego se sienta una encima y espera a que deje de respirar. - ¡¡¡COTILLA!!! - ¿Qué pasa, boba de Coria? Tu abuelastra ha hablado de ¡treinta mil euros! No pienso dejar pasar la ocasión ¿Cuándo lo hacemos?

- No sabe de qué habla, loca. - Loca sería si no cobrara ese dinero ¡Imaginate. Podré llegar, tranquilamente, a fin de mes!

Como no sabía como deshacer el entuerto, le dije a la Momia. - ¡Está bien. Lo haré yo pero tengo que prepararlo todo. Estas cosas no pueden hacerse al tuntún. Te avisaré cuando lo tenga todo listo.

La abuelastra se marchó encantada y ansiosa. Por tres veces me preguntó si la llamaría. - ¡Que siiiiiii! - Pero lo peor vino al quedarnos solas la Cotilla y yo. Me puso de vuelta y media. Me llamó avariciosa, mala persona. Dijo que me denunciaría por asesinato - ¡Pero si era usted quien quería matar!

Fue tal la escandalera que despertó a Pascualita que dormía plácidamente mecida entre dos aguas en su acuario. Subió como una flecha a la superficie y escupió el agua envenenada entre los ojos de la vecina. Cuando ésta estaba en pleno "baile" de saltos, gritos, jadeos y carreras, aproveché y le abrí la puerta y al salir, la cerré. Miré por la mirilla por si se caía por la escalera pero lo único que vi fue un ojo enorme que ocupaba toda la visión panorámica de la mirilla.

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