domingo, 11 de diciembre de 2016

La Retatara y la Cotilla, de palique.

La Cotilla ha vuelto a venir cargada de cabos de velas, dispuesta a montar un altar para sus admirados Amigos de lo Ajeno ahora que se dictarán las condenas, o no, de esta tropa  de mangantes. Me he plantado delante de la puerta de la salita gritando - ¡Por encima de mi cadáver! - En ese momento, al abrir la boca, la Retatara y la kika se han tirado sobre mi. Desde el Más Allá llegó la vocecita diciendo: - ¡¡¡NO CANTES!!!

Este breve episodio de violencia fantasmal me despistó y ahora la Cotilla, una vez logrado su objetivo, está en la salita rezando rosarios y comiéndoselos... porque son de dulces. Le sobraron de la fiesta de Todos los Santos. Arrambló con todos los rosarios que había en el escaparate de una pastelería y aunque vendió bastantes, sobraron algunos. Los panallets deben estar como piedras pero, como está acostumbrada a comer cosas más duras que la pata de Perico, no les hace ascos.

Herida en mi amor propio intenté varias veces entrar en la salita pero ella me lo impidió diciendo cosas como: - ¿Nos tomamos un chinchón, boba de Coria?... pues ve a buscar las copas. - En cuanto volví, dijo - ¿Y el hielo frapé? - ¿Para qué? - Con éste día tan bueno que hace me apetece chinchón on de rokc ¿A tí no? - ¡Claro que me apetecía! - Y así me tuvo más de una hora, al cabo de la cual se le empezó a trabar la lengua porque, aunque yo no hubiera probado todavía ni una gota de licor, ella aprovechaba mis paseos a la cocina para beber a morro.

Cuando me di cuenta, la Cotilla había caído en una especie de coma etílico sobre el sofá, con la botella de chinchón en una mano y un cabo e vela encendido en la otra. - ¡Despierte, vieja bruja, que me va a quemar la casa! - Pero no hubo respuesta. Dirigí la vista al techo y vi algo inaudito: la Retatara y la Cotilla, de palique sobre la lámpara. ¡La Cotilla se había ido al otro barrio sin despedirse! - ¿Ahora qué hago yo? ¿Dóno sus órganos? ¿Me quedo con su casa del cuarto piso? ¿La hago incinerar?... Mejor que lo haga la abuela y pague los gastos que mi cartera no está para muchos trotes. Y si se incinera ¿que hacemos con la urna? La abuela me la endosará ¡y yo no la quiero en casa!

Volví a mirar. La Retatara estaba sola y la Cotilla empezó a roncar. Bien está lo que bien acaba, además, me he quitado un montón de problemas de encima.


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