miércoles, 7 de diciembre de 2016

¡A sesenta euros el kilo!

He tenido que mirar dos veces el precio de las setas ¡sesenta euros el kilo! Son mallorquinas, me ha dicho el payés. - ¿Cuánto me cobrará si las huelo un poco? - Me ha mirado extrañado. - Cerraré los ojos, aspiraré y me haré la idea de que me las estoy comiendo.

Lo cierto es que me he quedado con las ganas. Y como no quiero tener un trauma, he llamado a la abuela. - "¿Mallorquinas? ¡Están carísimas!" - Pero tu tienes dinero. - " ¿Y por qué lo tengo?" - Porque te te casaste con Andresito, que está forrado. - "Vale... eso también. Pero hay otro motivo: que no se derrocha un euro" - Abuela, no te estoy pidiendo la Luna. Dáme treinta euros, compraré medio kilo de setas y se me pasará el dichoso antojo. -  "¡¿Estás de antojos?!  ¿Viene el biznieto, por fin?"

- Nooooooo. ¿Me das los 30 euros o qué? -  Ha colgado el teléfono. Que egoísta es, menos mal que no salgo a ella. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Vaya cara. ¿Estás estreñida? - ¡Estoy harta de ser pobre, Cotilla! - Bienvenida al club.

Le conté lo que me pasaba - ¿Están a sesenta euros las setas? pues ya estamos tardando en ir a la montaña a buscar. - Yo no sé. - Tu, seta que veas, seta que metes en la cesta. - ¿Está segura? - ¡Claro! cuantas más encontremos, más venderemos. - ¿Y si son malas? - Esto es un cuento chino, boba de Coria ¿Conoces a alguien que haya muerto por comerlas? - No, pero... según la tele.... - Buenooooo, no hagas caso de lo que digan. Ellos tienen que ganarse a la audiencia cada día y si no exageran las cosas y le añaden buenas dosis de morbo, tendrían que cerrar.

Volvimos de la montaña derrengadas y con agujetas hasta en las pestañas pero traíamos dos cestas llenas de setas - ¡Nos vamos a forrar! - La Cotilla estaba contenta. - ¡Menudas Navidades vamos a pasar con lo que ganemos! Voy a venderlas ahora mismo. - ¡Déjeme unas cuantas para probarlas! - Y salió a todo correr.

La boca se me hacía agua mientras lavaba las pocas setas que me había dejado la Cotilla. Entonces la Retatara apareció flotando sobre mi y su lejana vocecita llegó a mis oídos. Decía: - Esta no. Esta no. Esta no... y así fue descartando todas la setas. - ¿Todas son malas? - Mi primera reacción fue tirarlas, luego pensé que hacía siglos que la Retatara no veía una seta ¿cómo iba a acordarse de cómo eran las venenosas? Y las dejé en el plato. La kika se lanzó sobre ellas, picoteándolas con saña (sin hacerles nada) Me dio la risa, no lo pude remediar aunque se me pasó al ver a Pascualita reptándo hacia mi. Ella sí que destrozó las setas y se comió algunos trozos.

Poco después se revolcaba de dolor sobre la mesa de la cocina. - ¡Pues sí. Son venenosas! ¡Gracias, Retatara! - Finalmente conseguí que la sirena vomitara metiéndole hasta la campanilla el mango de una cucharilla de café. Luego nos sentamos todas en la salita a brindar con chinchón porque todo había salido bien al final. Los fantasmas bebieron sin beber e incluso, se relamieron.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Ya está todo vendido! Mira cuanto dinero traigo. Mañana vamos a la montaña a buscar más. - Devuélvalo y tire la setas a la basura. ¡Son venenosas! - ¿Has estado viendo la tele? - ¡No! Alguien se ha envenenado. - ¿Quién? - Pues... alguien. Mira que eres tonta, boba de Coria. - Y se marchó a seguir trapicheando.

De madrugada llamaron a la puerta. Era la guardia civil. - ¿Está una mujer llamada Cotilla? - Ahora mismo, no... ¿Por qué? -  Por un asunto de setas. - ¿Se le ha muerto algún cliente? - ¿Eh? - A partir de ahora será Cotilla la envenenadora.


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