martes, 1 de noviembre de 2016

Noche de Todos los Santos

Anoche tuve que volver a casa a dormir, a pesar de todos mis miedos, porque Bedulio se opuso tajantemente, a que me concediesen asilo político. Cogió un cúter y amenazó con cortarse las venas en el despacho del jefe que está recién pintado y decorado con muebles nuevos.

Prefirieron que me enfrentara sola a los fantasmas de mi casa a de tener que presentar una nueva petición al Jefe Supremo para arreglar de nuevo el despacho ¡cinco años había costado que les hicieran caso!

La puerta seguía abierta. Llamé desde el rellano y nadie me contestó. Me armé de valor y atravesé el umbral de casa. Las piernas me temblaban y me castañeaban los dientes. Quise hacerme la ilusión de que las viejas vendas eran borreguitos que andaban por el campo en pos de las mariposas que revoloteaban de flor en flor cuando, ¡de repente!... una mano se posó en mi hombro ¡¡¡Y GRITE, GRITÉ Y GRITÉ... COMO SI ME HUBIESE TOCADO LA PRIMITIVA!!!

- ¡Calla, coñe, que creerán los vecinos que te estoy matando! - La Cotilla, pálida y ojerosa como no la había visto nunca, me pegó una patada en la espinilla. - ¡¡¡Que susto me has dado, boba de Coria!!! - Pensaba que me atacaba un alma en pena egipcia (me tembló la voz cuando dije esto). - Pensabas, pensabas... ¡No pienses que no es lo tuyo! ¿De dónde has sacado tanta porquería? (dijo mirando las vendas milenarias) - Las han puesto aquí ELLAS... Cotilla ¿se queda a dormir conmigo? (supliqué) - Me miró de arriba abajo y preguntó - ¿Es una proposición indecente? - Lo que usted quiera pero no me deje sola ésta noche. - ¡Lo que hay que oír! ¡Anda, vete por ahí!

Se fue. Llamé a los abuelitos y no los localicé. Opté por encender todas las luces y apagar las pocas velas que seguían encendidas. Luego cogí a Pascualita, la sequé y me la llevé a la cama después de cerrar bien puertas y ventanas.

El cansancio de un día tan movido pudo más que mis ganas de permanecer despierta para salir corriendo al menor signo de ataque de ultratumba. Y me dormí como un tronco.

Esta mañana me ha despertado el roce áspero de una tela. De un salto me he sentado en la cama y he cogido a la sirena, a la que he despertado bruscamente y me ha clavado los dientes en la teta que tenía más a mano ¡El dolor tan grande que sentí se evaporó cuando vi una momia tumbada a mi lado! Salté y corrí dos pasos antes de estrellarme contra la puerta cerrada a cal y canto de la habitación. Forcejeé con la llave, abrí y corrí a la cocina donde encontré a la abuela y la Cotilla desayunando, tranquilamente, unas ensaimadas recién hechas.

La abuela, percatada del mordisco de Pascualita, se levantó y de un tirón seco la arrancó y guardo en su escote. La Cotilla no paraba de reir - ¡Se lo ha creído todo la pardilla de tu nieta! jajajajajaja - "Me da hasta pena ver lo tonta que es jajajajajajaja" - A mi solo se me ocurrió decir - ¿No me habéis comprado ensaimada?

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