sábado, 5 de noviembre de 2016

Botes hinchados.

He quitado el polvo de la estantería de la cocina para que Pepe no se quede pegado con la grasa. Solo le faltaría eso a la cabeza jivarizada. Si por lo menos se quejara pero, desde que es el adorno de un llavero, no dice ni pío.

Se me ha ocurrido que, como los chinos son tan apañados, decirle al señor Li que le ponga un pequeño chip que lo haga hablar. ¡Sería un magnífico negocio! Que raro que no se le haya ocurrido a la Cotilla. ¡Se podría forrar!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿De qué te ríes, boba de Coria? - De la buenísima idea que he tenido para ganarme unos cuartos y no esas chorradas que se le ocurren a usted. - Sea lo que sea, lo habrás copiado de alguien más inteligente que tu. - Crea lo que quiera pero, ahora mismo voy a la tienda de los chinos a hacerles una proposición. - ¡Huy como se entere tu abuelaaaaaaa que le haces proposiciones indecentes al señor Liiiiiiiiii..! - No es nada malo. Simplemente hacer que Pepe hable.- ¡Una chorrada, te lo digo yo! - Bueno, ya veremos. - Te acompaño.

Al chino no le pareció mala idea y dijo que estudiaría qué sistema se podía instalar en la cabeza hueca de Pepe. Me pidió que se la dejara pero no quise. Pepe es de la familia y no se puede dejar por ahí así como así. El señor Li se enfadó por no fiarme de él. - Claro que me fío, pero Pepe no está acostumbrado a dormir fuera de casa y ... Cuando tenga algo concreto venimos otra vez y lo prueba conmigo delante para que no se asuste.

Los ojillos del señor Li se estrecharon un poco más, después miró a la Cotilla y preguntó: -  ¿Siemple sel asi de tonta? - Sí. Su abuela tiene una buena cruz con ella.

La Cotilla sigue yendo a comer al comedor social. No se fía de los botes de fabada y callos que tengo en la despensa porque ya llevan allí más de medio año y están hinchados. - ¡No pasa nada, Cotilla! En peores plazas hemos toreado. - Pero se ha ido.

Pascualita y Pepe estaban en la mesa. Les he ofrecido comida y la han rechazado. Mejor, tengo mucha hambre. Iba por el segundo plato cuando ha ocurrido algo extraordinario: Pepe, convertido en el Robert Redfort de Memorias de Africa, ha alargado hacia mi una mano bien cuidada, ha cogido la mía y se la ha llevado a los labios. - ¡Oooooooooooh. Casi me desmayo de la emoción! - ¡Querido Pepe, por fin te conozco tal cómo eras! Besa sin miedo, donde quieras y cómo quieras, que nadie te va a censurar. Y menos yo. Me río de los cubanitos-culitos-respingones de la Bisabuelastra ¡¡¡GUAPO, GUAPO Y GUAPO!!! Madre del Amor Hermoso, esto lo tiene que ver la abuela. Hice un montón de fotos para que quedara constancia del momento ideal que estábamos viviendo. -

Lo toqué, una y otra vez y no se disolvió en el aire como el aroma de un perfume carísimo. Bailamos toooooda la tarde mientras Strauss, con su violín, tocaba un vals tras otro. Pascualita movía las algas larguísimas y doradas que salían de su cabeza, al compás de las notas que giraban a nuestro alrededor.

- "¡¡¡Nenaaaaaaaa!!!" - Déjame bailar, abuela... - "¿Te has comido toda la fabada?" - ¡Claro!... No te vayas, Pepe... ¡Me voy contigo! - "¡Quieta, parada! ¡¡¡Vomita, boba de Coria o te mueres!!!" - ¡Que no se vaya Pepe sin mi...!

Sentadas en la salita de casa, con una copa de chinchón en las manos y el cuerpo temblando como una hoja en la tormenta, llevaba un rato recibiendo una bronca monumental. - "¡Envenenada! ¿qué hubiesen dicho mis amistades ricas? ¡Por comer fabada en mal estado! ¿Te imaginas el ridículo y los chascarrillos a mi costa? Si te matas que sea de manera glamurosa, boba de Coria. ¡Si es que no sirves ni para eso! - ¿Y Pepe...? (me atreví a decir)

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