miércoles, 12 de octubre de 2016

Luna llena.

Hay luna llena y eso me inquieta. Ya sé que no estamos en París y que el Hombre Lobo, que se ha vuelto muy esnob, si no sale allí no sale en ningún otro lado pero...¿y si tiene alzheimer? Porque el tío ya es más viejo que la tos. No me creo que porque le salgan pelos, uñas y dientes largos de vez en cuando, no envejezca. Hasta la abuela envejece, que ya es decir, aunque estoy entrando en un tema tabú y prefiero callarme.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - ¡Que susto, Cotilla! - Huy, que corazón más sensible tienes, boba de Coria. - Es que estaba pensando en mis cosas... ¿No le da miedo andar por la calle a éstas horas? - ¿Por qué? - Es que jejejejejejeje, hay luna llena... - ¡Mejor! Así habrá un poco más de claridad cuando vuelva a salir. - ¡¿Quién?! - Yo. ¿Estás tonta?... ¡Ah! pensabas que hablaba del hombre lobo jajajajajaja ¡Si no existe! - "O está en París" (dijo la abuela que acababa de llegar)

Fui a ver a Pascualita. Estaba subida en lo alto del acuario. - ¿Qué miras con tanta atención? - Su mirada se perdía a través del balcón. Las ramas del árbol tapaban cualquier vista a la calle. - Escribiré al alcalde pidiendo que vengan a podarlo. - "¿A Hila?" - La Cotilla se había ido y la abuela entró en el comedor. - ¿Hila? - "El Alcalde" - Hay quienes opinan que los árboles de Palma dificultan la visión de los edificios singulares de la cuidad: La Lonja, la Catedral, las casas modernistas, ésta finca... - "¡Si es más fea que pegarle a un padre!" - ¡Pero no veo la calle! - "Ahí te doy la razón y sin que sirva de preceden... Nena, hay un okupa en el árbol."
Miré, temerosa y a través de las sombras y de las hojas, me pareció ver a un hombre. - ¡Aaaaah. Cierra el balcón, abuela! - "Espera, a lo mejor quiere algo. Le voy a pregunt..." - ¡Noooooooo! - El hombre nos miró. ¡Creí que me moría de terror! ¡¡¡El hombre lobo estaba a medio metro de mi, mostrándome unos dientes impresionantes ¡manchados de sangre!!! - Corrí a cerrar el balcón, pegué un portazo y se rompieron los cristales. - ¡Oooooooh, nooooooo! - Marqué el número de los municipales - ¡Socorrooooooooooooo! ¡El hombre lobo quiere matarnos! ¡¡¡Traigan balas de plata!!! - A través del teléfono escuché una discusión: - ¡Que no voy! ¡¡¡NO, ES NO!!! Me pareció la voz de Bedulio.

Nadie vino en nuestro auxilio. El hombre lobo debió asustarse entre mis gritos y el ruido de los cristales rotos. Quien volvió fue la Cotilla cargada de restos de velas para el altar de los Amigos de lo Ajeno. - Y mientras yo seguía temblando parapetada tras la mesa del comedor, las dos viejas se partían de risa - "Vamos a tomarnos unos chinchones jajajajajaja" - ¿Qué pasa? (pregunté) - Que menos mal que no han podado el árbol jajajajajajaja ¡Ay, me duele la barriga de tanto reír! - "Pues fíjate a mi que he tenido que aguantarme la risa jajajajajajajaja" - ¡¡¡TOMA. EL HOMBRE LOBO!!! (gritó la Cotilla) - Huí despavorida por el pasillo mientras la careta de un gorila rodaba por el suelo. Y Pascualita hacía la señal de OK desde el acuario.





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