jueves, 8 de septiembre de 2016

¿Pepe es la clave?

La Cotilla llegó con su cantinela de siempre: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - Caray, Cotilla, con estas voces podría trabajar de pregonera en cualquier pueblo. - No grito. Lo que hago es saludar como persona educada en la escuela pública que soy. - ¿Escuela pública del siglo XVIII, supongo? - Ni te importa ni pienso contestarte. - ¡Calle, calle, me he quedado corta. Usted fue la secretaria que le pasó a límpio el Quijote a Cervante, utilizando una pluma de ganso jajajajaja - Se te va a acabar la guasa en cuanto le cuente todo ésto a tu abuela. Ya sabes que ella es mayor que yo. - Una horas nada más. - ¿Y qué? Soy más joven que ella, os guste o no.

- ¿A qué a venido? - A desayunar. Traigo un paquete de magdalenas que cogí el otro día del contenedor del super y se me había trapapelado en el bolso. - Deben estar más duras que la pata de Perico. - Eres la tía más tiquismiquis que conozco. Siempre poniéndole pegas a todo. - ¿No podría traer magdalenas frescas algún día? - Sí. En cuanto me aumenten la pensión. - ¿Y eso cuándo será? - Cuando las ranas críen pelo porque antes tiene que haber Gobierno...

Preparé tres tazas de café con leche: una para la Cotilla, otra para mí y la siguiente para la Magdalena. Estaba tan deshidratada la pobre, por el tiempo que llevaba caducada que, en cuanto tocó líquido, se lo bebió todo y se hinchó como un globo. - Hay que ver la sed que pasan algunas (recuerdo que comentamos)

Pascualita había olido el aroma del desayuno y saltaba, frenética, en su acuario psicodélico. En cuanto la Cotilla dejó de sorber, haciendo más ruído que una orquesta de locos, su cuerpo se tensó: - ¿Qué ha sido eso? - Naturalmente me hice la sorda. - No será... (la voz le tembló) - ¿Quién? - Tu abuelito... - ¿Cuál? ¿el primero o el segundo?

Tener una colección de abuelitos maternos es un poco agobiante. No siempre puede una acordarse de los nombres de tanta gente... De momento "solo" son tres pero ¿quién me dice a mi que no vaya descubriendo otros? - Ahora que lo dices... (a la Cotilla le temblaba la barbilla) el primero tuvo un mal final... - ¿Qué le hicieron usted y mi abuela al pobrecillo? - ¡¿Cómo sabes que fuímos nosotras?! ¿Te ha contado algo su espíritu? - Puede... - ¡Ay, Dios mío! Es cierto que el pasado vuelve.

Le puse la botella de chinchón delante para que se sirviera lo que quisiera. Tal vez así se le soltara la lengua. Unas cuantas copas más tarde, dijo: - Trae a Pepe... ¡hip! ... El sabe cosas. - ¡Deme la botella que ya está desvariando! (le grité)

La abuela llegó con Andresito. - "¿Qué haces con Pepe en las manos?" - La Cotilla, que lleva una tajada de aúpa, quiere que escuche no sé qué... Querrá que Pepe le de su opinión sobre lo que me va a contar jajajajaja ¡Pero si es una cabeza reducida!

La abuela me quitó al jivarizado y lo tiró contra el aparador. Allí rebotó y cayó dentro del acuario. Inmediatamente, Pascualita nadó hacia él. Pensé que lo destrozaría por su enfado al quedarse sin desayuno pero no. Se lo llevó a las profundidades y se escondieron bajo las algas.

- ¿A qué a venido èsto? (preguntó, asombrado, el abuelito) - "Me entreno para las olimpiadas para mayores de ochenta y cinco años" - ¿Se vana a hacer? Pues yo quiero participar en lanzamiento de huesos de aceitunas. - "¿Es un deporte legal?" - Está homologado y si no lo está, se lo diré a Rajoy para que se entretenga con las federaciones ahora que no tiene nada que hacer.

Disimuladamente miré al fondo del acuario y me pareció que una especie de pelota pugnaba por salir de debajo de las algas.





















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