miércoles, 14 de septiembre de 2016

El ataque.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! - Menuda pieza está usted hecha, Cotilla. Siempre he sabido que acabará mal pero no imaginé que sería como Pepe. No tendrá ni que pagarse el entierro porque servirá de relleno a los rollitos de primavera. - Tendrás que visitar Alcohólicos Anónimos. - Pero yo ya estaba lanzada y seguí exponiendo mis ideas. - Sé que es una mala persona pero ¿tanto?... Aunque si fue capaz de ayudar a la abuela a quitarse de en medio a mis abuelitos anteriores... - ¡Calla de una vez! ¿De qué hablas?

Tengo que reconocer que la Cotilla es toda una actriz. Su cara mostraba que no sabía de qué le hablaba. - Si le quedase más tiempo de vida podría dedicarse al teatro. Tiene actitudes. - ¡Vale, ya está bien! Tienes delirium tremens. Ahora mismo llamo a tu abuela y que se apañe contigo. Yo tengo cosas mejores que hacer que aguantarte.

El concierto de pitos bajo el balcón anunció la llegada del rolls royce. Geooorge, como siempre, había aparcado de través en la parada del bus interrumpiendo la circulación. - Como un basilisco, la abuela se dirigió a la salita, cogió la botella de chinchón, la levantó y miró su contenido. - "¿Esta es la botella de ayer?" - Sí. - "Pues está como la dejamos." - No la he tocado (protesté) - ¡Eso es porque tiene otra escondida en la lámpara del comedor! (gritó la Cotilla) - No le hagas caso, abuela. Quiere desviar tu atención de algo muy grave que ha hecho: Ha atacado a un grupo de mujeres chinas que todas las mañanas bailan en una plaza del barrio.

Las dos amigas se miraron con el estupor pintado en el rostro: - ¡¡¡¿QUEEEEEEEEEEE?!!! - El grito salió a la vez de ambas gargantas. - "¿Has hecho eso?" - ¡Está loca! - "¿Cómo has podido...?" - ¡Yo, noooooooo! - Así se tiraron un rato y al final, no sacaron nada en claro. - Pues alguien ha insultado y pegado a esas mujeres (mi voz sonó firme como cuando sabes que tienes razón) Pero la Cotilla contraatacó: Me han dicho que el señor Li, cuando salió ayer de ésta casa, parecía haberse peleado con un tigre. - Ahí perdí la compostura. - Yo... no, que va...

Dos dedos sarmentosos, uno con la manicura perfecta, otro con la uña roída, me señalaron: ¡Tu eres la criminal, boba de Coria! Prepárate a morir, como dijo Iñigo Montoya. - Las piernas no me sostenían. Los dientes me castañeaban, Un sudor frío corría por mi espalda. La lengua, seca por el miedo, no me dejaba articular palabra.

Las dos viejas, caritativas como siempre, decidieron llamar al señor Li y delatarme. Entonces, como por arte de mágia, dos chorritos de agua envenenada cayeron en sendos ojos y las viejas gritaron lloraron, corrieron a meter las cabezas en remojo, desesperadas de dolor. ¡Pascualita me había defendido! Tal vez, en agradecimiento por lo bien que se lo pasó atacando al... ¿señor Li? ¿A qué ha venido?

Estaba en la entrada al comedor. La sirena había desaparecido bajo las algas del fondo del acuario, evitando ser vista. La actitud del hombre era humilde. Hizo una profunda reverencia y dijo: - Glacias. - Le miré el cráneo mondo y lirondo y tuve que hacer un esfuerzo para no reír. - ¿Por qué? - Todos en balio decil a mujeles chinas que sentir mucho el ataque que suflielon. Yo contento. Glacias. - ¿No seré relleno de los rollitos de primavera? - Tu, tonta como siemple. Adiós.

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