miércoles, 24 de agosto de 2016

¿Pascualita sabe escribir sireno?

La abuela se pasa el día en la playa y está negra como un tizón. Ayer vino más enfadada que un mono - "¿Te puedes creer que unos municipales me han pedido "los papeles, boba de Coria"?" - Es que te estás pasando con el moreno. - "¿Y qué quiéres que haga? si quiero descubrir el secreto de los papelitos submarinos, tengo que estar al pie del cañón, o sea a pie de playa. Y no creo que tarde mucho porque hay un cormorán que ronda todos los días por allí en busca de comida ¿Buscará al sireno?" - Estaba pensando que, lo más probable es que, si existe el sireno, no sepa escribir. - "Si sabes tú ¿por qué no va a saber él?" (a la abuela le gusta ponerme en el disparadero)

- ¿Tú has visto escribir a Pascualita? - "No. Pero tampoco le hemos dado oportunidad de que lo haga" - Fui a por papel y lápiz y se lo di a la sirena que no nos quitaba ojo. Lo primero que hizo fue comérselo todo. Entonces vi llegado el momento de reir yo - ¡Oooooh, que lisssssssta es Pascualita! ¡Con que arte sujeta el lápiz mientras se lo comeeeeeeeee! jajajajajaja ¡Has oído, abuela! ¡Un eructo! Le ha sentado muy bien la comida ¡Aaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyy! - "¡Ya está bien! La pobre tenía hambre. Eso es todo"

Fueron varios los folios y lápices que se comió la fiera currupia, en un visto y no visto.

Después de meter la cabeza bajo el grifo para aliviar el dolor del pescozón y esperar a que se me pasara el cabreo, dije que era inútil. Pascualita no sabía escribir. - "En las profundidades abisales deben usarse otros utensilios que desconocemos" - La abuela no quería dar su brazo a torcer. - "¿Y qué me dices de esa escritura enrevesada? No es de éste mundo"

Deberías centrar tu vigilancia en las personas. - "¡Si la playa se llena de gente!" - Sienta al abuelito en una hamaca y que mire él también. Total, no tiene nada mejor que hacer.

De nada le valieron al pobre sus protestas. No quería que le vieran en público hasta haber recuperado su cabeza el tamaño normal. - "¿Qué más da? si todo son extranjeros. Nadie te conocerá ¡No te reconozco ni yo jajajajajajaja!"

A media tarde vinieron a casa. El abuelito y Geoooorge perderan el pellejo en dos días. Estaban tan rojos que parecían dos gambas a la plancha. - "Mira de qué hablan éstos dos: ¡de un indio! Por sus bocas habla la insolación. Dáles chinchón, a ver si espabilan"

Pero unas cuantas copas más tarde, ambos seguían con la misma cantinela: Los papelitos los tira un indio. Aumenté la dosis de chinchón y durmieron la mona plácidamente.

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