sábado, 6 de agosto de 2016

La penitencia.

Por lo visto ha habido movida en la Torre del Paseo Marítimo y los abuelitos andan mosqueados entre sí. Mientras el temporal no me salpique a mi, allá ellos... Eso pensé al enterarme pero ¡ya me ha salpicado! porque los dos me han llamado para que les deje venir a dormir a casa.

Menudo dilema ¿no?... Pues no. Para algo tiene que valerme ir a la compra y guardar cola. Se despacha por riguroso orden de llegada a la tienda. Y quién primero llamó fue la abuela. Así que me toca cargar con ella. Al abuelito no le ha hecho ninguna gracia. Me ha dicho que él, ni la ha visto ni escuchado, cuando ha llamado por teléfono. - Estarías en el baño, abuelito, o tal vez ha ordenado a Geoooorge que me llamara él. - ¡¡¡Traidor!!! - El grito me llegó con claridad. - No se lo tengas en cuenta. Piensa que es un asalariado. - ¡Y mi mano derecha! - Fíate tú de las manos derechas. A cuantos incrédulos han mandado al patíbulo. - Me ha dicho que me calle... Será que llevo razón.

En cuanto ha venido la abuela ha querido ir al mercado, con el monedero, el carrito de la compra ¡y el termo de los chinos! - ¡No, no y no! Me opongo a que llevemos a Pascualita. - "No te tires faroles que  la llevo yo. Tu harás de mula de carga" - Y sin atender a razones, ha salido por la puerta como Cleopatra VII después de discutir con Marco Antonio.

Dimos unas cuantas vueltas entre los puestos de verduras y frutas, después nos entretuvimos regateando con las gitanas que venden ropa. Pasamos por la carnicería. Allí el termo de los chinos empezó a moverse. - "Esta quiere salir" - ¡Ni hablar, abuela! - "Ya lo sé, boba de Coria... Abriré un poco más el tapón." - ¡NO! - "Si no pasa nada... " - Pero pasó en cuanto entramos en la pescadería.

Puede que Pascualita haya aprendido a desenroscar el tapón desde dentro. El caso es que la vi saltar sobre el primer mostrador de pescado al que nos arrimamos. Parecía una Furia, con la dentadura de tiburón hacia afuera, dispuesta a morder todo lo que se le pusiera a tiro. ¡Y vaya si mordió!

Menudo destrozo hizo. Y lo peor era que no podía alcanzarla. Patinaba sobre los peces, el hielo, el agua y mordía, mordía y mordía. De un salto me subí a los mostradores de piedra persiguiendo a aquel engendro del demonio hasta que uno de los pescateros cogió un enorme cuchillo, afiladísimo, y ¡ZAS! lo clavó entre la sirena y mis pies.

Salté por encima, le pegué una patada a Pascualita que salió volando para aterrizar en... nuestro carrito de la compra.

La que se lío en el mercado fue parda. Los pescateros, ellos y ellas, vinieron a por mi ,que corría como alma que lleva el diablo. Conseguí salir del edificio y esconderme entre montones de cajas de fruta que había en un rincón. Desde allí vi a la abuela que se iba tan pancha al bar de la esquina a tomar algo en lugar de preocuparse por mi.

Más tarde, aprovechando el gentío que iba y venía, pude irme a casa. - "Toma (me dijo la abuela) te he guardado un azucarillo que me han puesto de más con el café"

Después llamó el abuelito. - ¿Tu abuela ya ha rezado el rosario? - Le pasé inmediatamente el teléfono a ella - Es tu marido. Creo que está borracho.

Luego me contó que el exsorcista le he había puesto la penitencia de rezar no sé cuantos rosarios porque estaba convencido de que era la demonia principal - "También ha dicho que, ni loco, volverá a pisar tu casa. Ya te dije que no la tienes muy límpia" - ¿Crees que se refería a esto? - "¿A qué si no?... ¡Ah! ¿a cosas sobrenaturales? jajajajajajaja Está apañado el pobre"

No hay comentarios:

Publicar un comentario