sábado, 16 de julio de 2016

Playa contaminada.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿Ha llegado tu abuela? - Tuve una visión horrible cuando, después de ser zarandeada una y otra vez, abrí los ojos y vi junto a mi cama a la Cotilla. - ¡Aaaaaaaaaaaaaah! - ¿Esto quiere decir sí o no? Cada día eres más complicada, boba de Coria.

Me senté de un salto tapándome con la sábana. - ¡Vade retro, Satanás! - grité asustada y deseando tener una botella de agua bendita a mano para tirársela a la cabeza a la visión infernal. - ¡Despierta, coñe!

El humor de la Cotilla se tornó agrio al ver que su amiga todavía no había llegado. - Que informal es tu abuela. Siempre dándo la nota. Llegando tarde para ser el centro de atención. - Pero... ¿a qué hora han quedado? - Temprano. - Eso es muy elástico... - Para ir a la playa. - ¿A las cinco de la madrugada? - Hay que coger sitio. - ¿Y por qué no ha ido directamente en lugar de venir a mi casa a tocarme las narices? - Porque hemos quedado AQUI.

La abuela se presentó a las once de la mañana tan pancha. Durante la espera la Cotilla acabó acostándose a mi lado a pesar de mi oposición, y en desagravio me ofreció un concierto de ronquidos que dieron al traste con mi intención de seguir durmiendo.

La abuela llevaba una pamela tipo sombrilla de playa de lo grande que era. - "Así cabemos las dos y nos ahorramos pagar una sombrilla" -

Cuando, por fin, se fueron, me senté a desayunar con Pascualita. ¿Te gustaría tener una pamela? (le pregunté al bicho) - No dijo nada pero me miró fijamente con sus ojos de pez y me pareció entender que estaba interesada en mi proposición. Así que cogí de una bolsa de patatas fritas, la más grande que encontré. Con mucho cuidado hice un agujero en el centro y se la encasquete a la sirena, dejando al aire sus pelos-algas. La tía era un poema y me hinché de sacarle fotos mientras me lloraban los ojos de tanto reir. Ella imitaba los gestos de la abuela, tocándose el ala del sombrero-patata hasta que rompió un trozo. Pareció compungida pero, en cuanto se lo llevó a la boca, quiso más y más y más. Era un torbellino comiendo patatas fritas.

Acabó dos bolsas en un santiamén. Después se tumbó de espaldas sobre la mesa de la cocina, con la tripa hinchada y un empacho fenomenal. Su piel color ahogado-reciente se trocó en ahogado-veterano Boqueaba como una sardina recién pescada y yo no sabía que hacer. Sí sabía lo que no le haría: el boca a boca.

Así estuve, contemplando como se moría el único ejemplar de sirena del Mediterráneo, cuya retataratataratataraabuela, atrajo a Ulises y sus compañeros con sus cantos, junto con otras pelanduscas como ella, dispuestas a darse un festín a cuenta de los pobres marinos.

Al abrirse la puerta de la calle lancé, sin ningún miramiento, a Pascualita a través del comedor hasta su psicodélico acuario. Durante el "vuelo" vació su estómago en el aire y una pasta apestosa cayó al suelo. Las dos amigas entraron sonrientes: - "¡Mira mi pelo. Hecha chispas!" - ¡Mira mis dientes: son verdes! - ¿Estáis mutando? - "Podría ser" jajajajajaja - ¡Hasta nos han hecho una entrevista los de la tele porque éramos las únicas que nos bañábamos en toda la playa! - ¿Eso por qué? - "¡Dicen que el agua está contaminada! ¡Mira, mira, como chisporrotea el pelo! ¡Me encanta!" - ¡Y a mi los dientes verdes! - ¿Ha probado a lavárselos, Cotilla? - ¡Que cruz tenemos con tu nieta! - "Y que lo digas"




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