domingo, 24 de julio de 2016

Los abuelitos.

El concierto de pitos debajo de mi balcón me confirmó que, el jodío de Geoooorge sigue haciéndole caso a la abuela y aparca donde ella le indica a pesar de no tener ni repajolera idea del Código de la Circulación. Los municipales ya ni la multan. Están aburridos de decirles que en la parada del autobús no se puede dejar ningún coche y menos un rolls royce que es enorme, porque obstruye el paso. Pero ellos como si oyeran llover. - "Le dije a Bedulio que, como pago mis impuestos, aparco donde quiero." 

Yo también me he cansado de explicarle que hay obligaciones y deberes que cumplir aunque sea rica: debe pagar los impuesto y está obligada a aparcar donde está permitido. Un día Andresito se atrevió a contradecirla en éste tema cuando ella creía estar cargada de razón. - "¡Parece mentira que, siendo rico desde la cuna, seas tan tonto! ¿No pagas impuestos?... ¿o haces chanchullos?" - El abuelito tragó saliva. - Los... pago. - "Huuuuuyyy, me parece que no" - ¡Sí que los pago! - "¿Lo que toca?" - Andresito hizo un mohín y la abuela se puso a gritar como una loca. - "¡¡¡¿Que será de mi? Me he casado con un defraudador. Irás a la cárcel y a mi me harán fotos para el Hola cuando vaya a visitarte!!! ¡¡¡Tendré que gastarme un pastón en ropa, zapatos y peluquería para que mis "amigas" rabien al verme, aaaaayyyyyyyyyyy!!!"

Debo reconocer que había trasegado unas cuantas copas de chinchón. Pero ahí la abuela tenía razón: para salir en el Hola hay que ir de punta en blanco.

Al final es verdad que el abuelito paga religiosamente sus impuestos a pesar del cachondeo de algunos de sus compañeros del Partido. Pero él es así. Serio y honrado para éstas cosas. Pero deja la seriedad a un lado en cuanto pisa la cafetería El Funeral. Allí se desmadra. Sobre todo en las fiestas de colocación de la foto en la Pared de los Finados cuando hay un nuevo muerto. Es sonar la música de Paquito el Chocolatero y los abuelitos se ponen a bailar como descosidos. A pesar de los estilettos de ella y el lumbago de él. Corre el chinchón, se aspiran los porros, las manos se vuelven pulpos palpando todo lo palpable y más allá...

Cuando pasan las horas y la juerga se convierte en bacanal, la tropa de la tercera y cuarta edad ya está desenfrenada y los vecinos llaman a la policía.

La redada es recibida con aplausos y los detenidos entran en los furgones bailando la conga. Los municipales se dedican (si no tienen trabajos urgentes) a dejar a los viejos en sus respectivas casas, al fin y al cabo el jolgorio estaba dedicado a un amigo que se fue para siempre.

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