viernes, 1 de julio de 2016

Día de playa.

- "Nena, cuando llegue la Cotilla díle que iremos a la playa... ¿te has enterado?" - zzzzzzzzzzzzz - "¡Andresito, esta nieta mía cada día se te parece más. Sois dos ceporros durmiendo!" - Me pareció escuchar el sonido de un teléfono al colgarlo... Que extraño sueño.

La puerta de mi cuarto batió fuerte contra las paredes cuando alguien (¡un enemigo!) la abrió de golpe. - ¡¡¡SOCORROOOOOOOO!!! - "¡Calla loca que despertarás a toda la finca!" - ¡Abuela, escóndete. Los extraterrestres han invadido mi casa! - "¡Que cruz tengo contigo! ¿Ha venido ya la Cotilla?"

No, no había venido. Y yo estaba más cabreada que un mono desde que me dí cuenta que, ni había enemigos extraterrestres ni podía volver a dormir gracias a mi abuela. Eso sí, toda la delicadeza que no tuvo conmigo, la tuvo con los vecinos: pobrecitos, no había que despertarlos.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! - "Cotilla, prepárate que nos vamos a la playa" - Primero desayunaremos ¿no? Nena, haz café. - Pero.. pero... ¡jopé! ¡Aaaayyyyyyyy! - Recibí un pescozón de la abuela por mal hablada ¡a mis años!

A pesar del enfado, caí en la tentación de ir con ellas a la playa y naturalmente, me tocó llevar las sombrillas y la bolsa con los avíos, meriendas y bebidas, chinchón incluído. La abuela, muy ufana, solo transportaba el termo de los chinos colgado al cuello con Pascualita dentro. La Cotilla ni eso.

En cuanto colocaron las toallas, ambas amigas se quedaron en cueros para mi asombro. - ¿Qué demonios hacéis? ¡Taparos! - A la abuela le dio la risa. - "Pretendes que nos pongamos el bikini sobre la ropa de calle?" jajajajajajajaja - La Cotilla le hizo coro - ¡Esta nieta tuya cada día es más tonta! jajajajajajaja ¡Brindemos por eso! - Las dos amigas, ajenas al espectáculo que estaban dando, no se apresuraron a cubrir sus flácidas carnes, al contrario, corrieron hasta la orilla para meter los pies y dar saltitos y gritos cada vez que se acercaba una ola.

Yo me aparté de ellas, prudentemente. No estaba dispuesta a que nos relacionaran. A su alrededor se formó uno coro de curiosos. Había quién aplaudía y celebraba su "canto de libertad". Y quienes, alarmados por semejante desmadre, criticaban a voz en grito el libertinaje. De repente apareció una pareja de municipales. Fueron recibidos con división de opiniones. Uno de ellos era Bedulio que, al reconocer a las "ninfas marinas" palideció.

Gracias a los saltos de la abuela, el tapón del termo de los chinos cayó sobre la arena y acto seguido, Pascualita. Mientras me tiraba en plancha entre las piernas nonagenarias para cogerla, los municipales sujetaron a las bailarinas, cosa que les reportó sufrir patadas, mordiscos, arena en los ojos y juramentos de carretero por parte de ellas y de algunos incondicionales.

Con Pascualita bien sujeta, llegué corriendo a casa mientras la muy bruja me mordía con saña porque, una vez más, había estado a punto de volver a su hábitat y yo se lo había impedido. ¡Que dolor! ¡Que hinchazón! ¡Y el chinchón en la playa!

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