martes, 21 de junio de 2016

¡Tatachán, tatachán...!

Nadie me ha despertado ésta noche. Hacía tanto tiempo que no dormía de un tirón que ahora me encuentro fresca y relajada. Es fantástico que la abuela haya vuelto a la tranquilidad de la Torre del Paseo Marítimo. Un sitio privilegiado donde, asomarse a las terrazas, balcones o ventanas, es un placer para los sentidos. ¿Por qué no puede disfrutar de esas vistas espectaculares de la bahía de Palma y dejarme a mi en paz. Un sitio al que cada año viene a verlo millones de personas de todos los rincones del mundo y quedan prendados de su luz, de la belleza de los barcos de blancas velas sobre el azul del mar.

Una postal que enmarca el único castillo medieval de planta redonda y al otro lado, frente a él, la Catedral no se deja amilanar y muestra su belleza reflejándose en las aguas del lago artificial que los hombres le hicieron para que no se enfadara mucho, levantara sus cimientos y partiera para lejanas tierras donde no le quitaran su espejo plateado de espuma de mar. No quiere sucedáneos, sino el mar, sin embargo debe contentarse con ellos porque los hombres, que nunca se conforman con lo que tienen, han alejado al mar de ella. Se ven, se huelen pero no puede reflejar su esbelta silueta en él... - "¿Nena?... ¡¿Nenaaaaaaaa?! Está en babia la tía. ¡Vuelve y hazme un café con leche, jodía! Mira que me he comprado: ropa cómoda!" - Que fácil es decir: vuelve, cuando el subconsciente te ha llevado a otras dimensiones. Pero lo conseguí llegar hasta la abuela. - ¿Has engordado? - "¿A qué viene eso? Si no estuvieras en las nubes escucharías una música pegadiza que hace que los pies bailen, la sonrisa te llegue de oreja a oreja y estés deseando que empiezen las fiestas de ¡Sant Joan de Ciutadella!"

En seguida me vino a la memoria el ritmo de una jota alegre: ¡Es jaleo! ¡Tatachán, tatachán...! La sangre ha empezado a hervir mientras me imagino a los caballos menorquines y sus monturas, elegantemente vestidos, caminando entre la gente camino de Santa Clara para empezar Es Caragol

La abuela y yo saltábamos en casa al ritmo des Jaleo: ¡tatachán, tatachán, tatachán...!

Entonces fue en busca de la cabeza jivarizada: - "¡Ay, Pepito! eres tan bueno que éste San Joan te llevaré conmigo a Ciudadela" - ¿Y si lo pierdes? - "¡Que plasta de niña! ¿Por qué voy a perderlo? lo llevaré colgado del cuello en plan adorno étnico" - ¿Eso tan feo vas a llevar? - "Que pena que el pobre no pueda morderte como Pascualita" - Entre otras cosas porque tiene la boca cosida y no tiene dientes ni cerebro que le indique lo que debe hacer jajajajajajaja

Pascualita, asomada al borde del acuario levantó la cola de pez y golpeó, fuerte, la superficie del agua - ¡Quieta que lo pondrás todo perdido! - Y así fue porque, después de un rato haciendo lo mismo, el comedor estaba inundado. - ¡Si no fueras tan salvaje te llevaría a Ciudadela! (le grité) - "¿Piensas ir?" - ¡Ya lo creo! Estará lleno de posibles futuros padres de tu biznieto jajajajajaja - La abuela me dio un codazo. - "¡Mira!" - La puñetera sirena había juntado las manitas como si rezara. - "¡Dice que será buena!"

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