lunes, 13 de junio de 2016

Sigo con miedo.

¿Sabe Pascualita que me da miedo?... No tendría que saberlo, en primera porque es un pez raro y en segunda porque nadie se lo ha dicho y, de haber sido así, tampoco, porque este bicho no entiende a los humanos cuando hablamos...¿O sí?

La abuela me sugirio que, para que sea efectiva la terapia y librarme de ésta fobia, meta a Pascualita en mi cuarto por las noches. Así dormiremos juntas y veré sus reacciones. - "No tienes nada que temer. Si tuvieras un biznieto estarías entretenida y no tendrías la cabeza llena de  gilipolleces" - Tal vez tengas razón pero ¿qué puedo hacer? - "¿De verdad tengo que explicarte como se fabrica un biznieto? ¡Dios mío! ¿no habrás escrito una carta a la cigüeña parisina? Es cierto que a los críos, cuando preguntan ¿de dónde vienen los niños? se les dice que una cigüeña los trae de París porque no tienen edad para contarles los pormenores del acto..." - ¿Qué acto? es que hablas y hablas y acabo con dolor de cabeza tratando de descifrar los jeroglíficos que te sacas de la manga. - "De la manga, no, tonta del bote; de mi meninge. Es algo heredado de un pariente mío, por parte de madre, que en su juventud fue escriba del faraón Tutmosis IV." - ¡Ah, sí! Nunca me lo habías dicho... ¿Es tío mío? ¿Podré conocerlo? - "¡Hay, Señor, que cruz tengo con ésta boba!"

Aún me dura el enfado contra la abuela. Es una acaparadora y para hacerse la importante nunca me presenta a mis parientes lejanos. A este tío mio, por ejemplo, no me lo quiere presentar. - Dime, por lo menos ¿cómo se llama? - "Raratui" (me ha dicho pero no sé si creela)

Como no me queda otra que hacer lo que me dice para curarme el miedo, la sirena y yo hemos dormido la siesta juntas. Con la ayuda del guante de acero, la he medito en la pecera que he colocado en el altar de los Amigos de lo Ajeno. No creo que a la Cotilla le haga gracia pero, ojos que no ven, corazón que no siente. Después, con la vista fija en el bicho, me he arrellando en el sofá y he dormido más de dos horas.

Un buen meneo me ha sacado del sopor. Era la Cotilla que me hablaba a gritos ¿se habrá vuelto sorda? - ¡Que lo sueltes te digo! ¡Ya no se puede hacer nada por él! - La Vecina tiraba de la cola de Pascualita. Pensó que era un pez que yo había sacado fuera del agua para acunarlo y hacerle dormir la siesta. En cuanto me di cuenta de ello reaccioné dándole un empujón y mandándola contra el altar de sus gurús. Entonces un sudor frío me recorrió la espalda - ¿Qué hacía Pascualita en mis manos? ¿quién la había puesto allí? ¿Se habría dado cuenta la Cotilla de que tenía una sirena auténtica, en casa?

Llegué a la conclusión de que el bicho había llegado reptando y saltando. Los pelos se me pusieron de punta ¿Seguiría con la idea de comerme? ¡¡¡SIIIIIIIIII!!! 

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